En el interior del Simca 1000 GT B-796.892 



Por Josep Autet. El asunto duró bien poco, en realidad fue como un visto y no visto, pero entiendo que para el buen aficionado poder presenciar fugazmente a Antonio Zanini al volante del Simca 1000 GT que llevó en 1972 debió de ser una visión motivadora. Pues bien, en ese puñado de kilómetros que el mítico binomio realizó en el pasado Rally Catalunya Històric les acompañó un espectador aventajado que lo vio y disfrutó todo en directo: el que escribe estas líneas.

Viendo que el coche no estaría en condiciones de hacer por completo el recorrido, Antonio planeó la participación en este rally como de toma de contacto para probar el estado real de la montura, dejando de lado seguir la regularidad marcada por la prueba del RACC. Así, ambos teníamos claro que la aventura duraría más bien poco, pero la oportunidad no tenía desperdicio. Mavisa Històrics hizo el trabajo de intentar ponerlo todo a punto, pero o bien les faltó tiempo o el asunto era más delicado de lo que parecía, y ese es el motivo por el que el coche no estaba listo para intentar afrontar por completo el rally.

El principal escollo al parecer era el circuito de refrigeración, no sólo perdía líquido durante la víspera sino que se pudo comprobar que las bombas no funcionaban debidamente. El coche arrancaba a la perfección y su sonido era magnífico, pero cogía temperatura rápidamente. Lógicamente Antonio no quería arriesgarse a una posible rotura del propulsor, de manera que tras salir del podio optamos por cargar el coche al remolque para desplazarnos así a la primera especial, el tramo “Font-rubí” que estaba a bastantes kilómetros de Barcelona.

Eran exactamente las 16:10 del 28 de febrero de 2020 cuando tomamos la salida desde el pk 6,6 de la BP-2126. Empezaba así el delicioso “48 años después” desde el interior de aquel coche tan histórico. Yo tenía claro que con simplemente desplazarnos por los 4,5 km del tramo cumplíamos sobradamente un hito importante para ambos: el volvía a sentir entre sus manos el Simca 1000 en el que de algún modo empezó de veras su trayectoria deportiva, y el que esto escribe era testigo privilegiado del retorno a unos tiempos que había vivido como pre-adolescente, a menudo desde las páginas de Autopista o Velocidad, más que desde la cuneta.

Zanini conducía suave, trazando con aquel estilo particular y que tan familiar me resulta; aquellas manos de dedos largos, arqueados tras miles de kilómetros conduciendo en todo tipo de carreteras y pistas y domando volantes en absoluto fáciles; dobles embragues certeros; cambios de velocidad en el momento oportuno; curvas enlazadas que el maestro afrontaba de un borde a otro de la carretera tal si estuviera pilotando a toda velocidad; una conducción deportiva como a cámara lenta pero con todo el sabor de ser efectuada por alguien que hizo de su modo de vida eso mismo que repetía ahora, aunque luchando contra el cronómetro...

Aquello era una maravilla, yo no tenía nada más que hacer que admirar el espectáculo, el ritmo era más que tranquilo, pero aquella visión no tenía desperdicio alguno. “Buauu, que bien va este coche, ¿lo ves?”, me decía Antonio al comprobar como tantos años después el Simca respondía de maravilla, girando plano en las curvas y avanzando sin ningún signo de desfallecimiento. “¡Es magnífico!”, le respondía yo, “estamos viviendo algo único Antonio, ¡nos hemos trasladado 48 años atrás! ¡es maravilloso!”.

“Estos Simca iban muy bien, de algún modo incluso mejor que los Seat, salvando las distancias en cuanto a evolución y potencial, pero con un Simca conseguías ir muy rápido, era muy eficaz y se conducía así, de maravilla”
, comentaba un Zanini al que no recuerdo haber observado tanto rato en pleno tramo sin tener que hacer nada más que admirar su conducción, ¡lo nunca visto! De verdad que yo alucinaba sentado en aquel asiento y dentro de aquel habitáculo espartano y viejo en el que AZ y “Tico” habían vivido historias increíbles vistas hoy en día.

De repente Antonio exclamó “¡no hay frenos! ¡mira donde está el pedal!”. Efectivamente, el pedal central estaba a ras de plancha y el coche no daba atisbos de detenerse. De peligro nada, la velocidad que llevábamos era más bien poca... y no nos olvidemos que quien llevaba el auto era Antonio Zanini.

El tramo de “Font-rubí” nos pareció buenísimo como especial de rally, realmente bonita, cruzamos la meta y casi no nos enteramos si no llega a ser por un Mosso que con su presencia nos demostraba que era quien cerraba la carretera a los usuarios del sentido contrario. Nosotros seguimos nuestro camino unos kilómetros más hasta el cruce de la carretera de La Llacuna, donde AZ hizo un pequeño alarde de virtuosismo con el cambio y el freno de mano y detuvo el vehículo justo antes del stop, donde esperamos a que llegara la furgoneta con el remolque al que subimos al Simca.

¿Que qué balance hago de la experiencia? Creo que leyendo lo anterior queda explicado todo. En mis primeros años participé en dos carreras con Simca Rallye, uno con Ramon Falgueras y otro con Josep Lluís Rabat, pero no recordaba absolutamente nada de las sensaciones de este tipo de vehículo. La que me ha producido esta tercera experiencia sí la tengo clara, aunque no haya sido ni larga ni en competición. Y la recordaré mucho tiempo, por supuesto no por lo vertiginosa, sino por haber podido entender un poco más cómo debía ser el Zanini del Simca, aquel joven de veinte y pocos años que tenía claro que iba a triunfar. También comprendí qué es lo que estaba obligado a dar de sí “Tico” en aquel interior de coche de serie convertido en eficaz coche de carreras, y además con alguien que iba destinado a comerse el mundo. Gente valiente de épocas donde las ganas por correr podían con todo y eran el objetivo número uno.

Bonus track: Una matrícula real
Hace años, especialmente en equipos o estructuras de rallye que contaban con varias unidades de carreras de un mismo modelo, se solían intercambiar las matrículas, algo que ahora puede parecer insólito pero que antaño no era inhabitual ni extraño que sucediera. A veces incidentes de los coches, la sustitución de partes importantes y de la misma carrocería o cambios en el nivel de preparación, hacían que se sustituyera la placa y listos. Pues bien, ese texto es para hacer notar justo lo contrario de lo que pudiera parecer habitual dado lo que cuento: la matrícula del coche de la historia en cuestión, B 796 892, siempre perteneció al Simca 1000 GT de la foto, justo la última unidad que condujo Antonio Zanini para el equipo Auto Sport, concesionario oficial Simca-Chrysler de la época, uno de los más importantes a comienzos de los 70 por cierto.

Según el propio Zanini se llegaron a preparar en Auto Sport tres unidades Simca 1000 GT, dos de habituales en las carreras y que el pluricampeón alternó, las B 823 972 y B 823 973, y otra, la unidad más antigua y posiblemente menos preparada B 796 892 (como todas con un motor de 1.287cc y dos carburadores Weber de doble cuerpo), coche que Antonio, ya en el seno de SEAT Competición, adquirió cuando ya hacía tiempo que este concesionario había cesado definitivamente la actividad de carreras. Bajo su propiedad, el coche estuvo años parado, hizo como exhibición alguna carrerilla menor, estuvo en alguna exposición pero en las últimas décadas y hasta el pasado mes de septiembre había estado olvidado en alguno de los múltiples garajes de AZ.

Con su “vuelta a la vida”, también lo hace un poco el binomio Zanini-“Tico”, al que quise homenajear con un descriptivo cartelito (gracias Carles Miró) que aún luce el Simca en ambas puertas. ¿Qué hará ahora AZ con este coche? Pues acabarlo de adecentar y luego... quien lo sabe. Lo cierto es que el pasado revive y el presente e incluso el futuro no serían lo mismo si no existieran este tipo de historias que contar.

© Josep Autet para JAS Info Service
1 de marzo de 2020

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