Historia: “Hola, soy Arantxa”, nos dijo 



Por Rosa Tantiñà.

Abrió los brazos, los levantó y miró al cielo cómo si agradeciera alguna cosa, cómo si nunca antes hubiese ganado y casi ajena a los aplausos que el público le dedicaba, en pie, dado que había luchado a fondo para remontar un marcador adverso contra la joven rival croata Iva Majoli. Arantxa Sánchez Vicario acababa de ganar su primer Open Ford de Tenis (XXVIII Campeonatos Internacionales de España) celebrado en el Real Club de Polo de Barcelona aquel lejano 30 de abril de 1995… el día que cerraba mi primer año en JAS Info Service. Todos estábamos allí para contarlo al mundo como departamento de prensa de la marca del óvalo.

“Hola, soy Arantxa”, nos dijo con toda naturalidad unos días antes, tras dos besos en las mejillas y estrecharnos las manos, cómo prolegómeno de su presentación informal. Allí conversamos un poco, especialmente preguntando por sus sensaciones y su trayectoria, avistando ya la nota de prensa que tendríamos que hacer esa jornada. “Sí, ¡es Arantxa!”, pensé para mi, valorando que éramos dos chicas con los veinte años iniciados pero ella acumulaba ya dos Roland Garros, era la reciente ganadora del Open de los Estados Unidos y estaba ante nosotros sin dárselas de diva, sino casi como colega. ¡Con qué figura íbamos a convivir esos días, ni que fuese a ratos cortos!

Hoy, con la perspectiva de un cuarto de siglo transcurrido, lo que pudimos hacer aquellos seis días en los que duró la competición (25 al 30 de abril) fue un lujo, ya que a diario conversábamos con esas aguerridas mujeres del tenis.

El Open Ford, o el “1995 Ford International Championships of Spain” cómo se dio a conocer y retransmitió fuera del país, era un torneo profesional de la Women’s Tennis Association (WTA) que se disputaba sobre canchas de tierra batida y al aire libre. Comenzó en 1972 e inicialmente se celebraba cada dos años con la Ciudad Condal como sede, lo que le dio el nombre de “Barcelona Ladies Open” hasta 1985, en que ya fue una cita habitual del calendario.

Ese 1995 se disputó por última vez en Catalunya, tomando el relevo Madrid, pero fue el año en que Ford debutó patrocinándolo con victoria de Arantxa como colofón, quien añadía el vigésimo primer título a su palmarés y el quinto en esos Internacionales de España. De hecho, hasta que 2009 le puso fin, la jugadora catalana fue la que más veces se coronó con seis títulos en sus vitrinas, encabezando también el podio en dobles con ocho entorchados, ya que el torneo contemplaba las dos modalidades.

Por aquel entonces, yo de tenis sabía poco, pero de calidad deportiva entendía un poco más y como jefes de prensa representando a Ford pudimos comprobar el fondo de una estrella que se había forjado a sí misma. De ella todos los rotativos hablaban con letras de oro después del hito que la lanzó a la fama mundial en 1989 y no por ser hermana de quiénes era (Emilio y Javier Sánchez Vicario) sino porque había sacudido al mundo del tenis cuando derrotó a la número 1 del mundo, Steffi Graf, en aquella final del Roland Garros, y cuyos enfrentamientos, a partir de ese momento, se convertirían en el clásico del tenis femenino, siempre ofertando dureza y un gran juego.

Pero regresando a lo que dio de sí el Open Ford de Tenis, la marca tuvo que agradecerle mucho su esfuerzo ya que la temporada estaba suponiendo un altibajo de emociones para Arantxa. Había comenzado con la ilusión de ganar su primer Open de Australia y falló en la final ante Mary Pierce; y en su agenda asomaban dos citas de las buenas que no podían desgastarle ni física ni mentalmente: Masters de Roma y Roland Garros.

Allí vimos su profesionalidad y ganas de respaldar a su deporte. Podría haber descansado pero con su participación apoyó al único torneo femenino importante que tenía el país y dio la vuelta a la cita como preparación para afrontar esos retos. En esta línea respondió cuando los periodistas nacionales e internacionales le preguntaron a lo largo de las distintas ruedas de prensa, y siempre mencionaba a Ford por el impulso al torneo que situaba a Barcelona como epicentro de la raqueta.

Todo ese optimismo ella lo exudaba en las salas de prensa, en las que cada día nos podíamos saludar. ¡Qué gozada, a veces, ser periodista deportiva… haciendo subliminal y paradójicamente motor sin ni tan siquiera arrancarlo!

En la pista no todo era tan placiente. De hecho, el torneo empezó con sufrimiento para la entonces cuatro veces ganadora del torneo y principal favorita: Àngels Montoliu, con sólo 19 años, le ponía entre las cuerdas, pero ya en ese asalto previo Arantxa demostraba que estaba donde estaba por méritos propios. A continuación eliminaba también a la estadounidense Ann Grossman y en semifinales a la sudafricana Amanda Coetzer, hasta dejar una final idéntica a la del año anterior que enfrentaría a la primera cabeza de serie con la segunda, toda una campeona ante una joven promesa de sólo 17 años que apuntaba tan fuerte como en su día lo hizo Monica Seles. Era la mejor guinda que podía poner la catalana para hacer brillar a Ford.

Ese domingo de final Majoli, agrandada, presentó sus mejores credenciales y Sánchez Vicario perdió el primer set por 5-7. Pero los gritos de “¡Vamos Arantxa!” no cesaron y la jugadora transformó su confianza en fuerza, ganado en blanco el segundo set y dejando para la historia un tercer 6-2 que le dio el título individual del I Open Ford de Tenis.

Y lo escrito al inicio: Alzó los brazos, miró al cielo y besó a sus padres y a su famoso perro Roland. Recibió su galardón, abrió el cava y brindó por y para el público… y en otro gesto de generosidad habló de lo especial que era para ella la victoria, agradeciendo al patrocinador el apoyo, en un gesto de complicidad que nos llenó de orgullo.

Y cómo toda deportista de élite, descansó media hora y volvió a la cancha, esta vez para ganar también el título de dobles haciendo pareja con la ucraniana Larisa Neiland. Y de nuevo batió a Majoli que jugaba junto a Mariaan de Swardt. Dos de dos y el mejor de los desenlaces para Ford… y también para nosotros que pudimos contar una gran historia al mundo, algo que hoy quizás valoramos aún más que antaño. Es realmente cierto: Sólo es grande en la vida quién sabe ser pequeño.

Rosa Tantiñà
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14 de julio de 2020

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