(Reinvéntate, de Jaime Alguersuari – Editorial Alienta)
CAPÍTULO 2: NOS HAN HECHO MUCHO DAÑO, PERO NO NOS HAN MATADO
«Nada más reponerme de las llamadas de Franz y Helmut, llamé a mi padre.
—Papá, no te lo vas a creer — mi tono denotaba que no le estaba aguardando una buena noticia.
—¿¡Qué, hijo!? ¿Estás bien? — me preguntó con preocupación.
—No. Red Bull no cuenta conmigo.
Hubo un silencio en el que los dos no supimos muy bien qué decir. Era un momento de desconcierto. Yo me sentía como si me hubieran soltado en medio de un planeta desconocido. Resulta que había estado jugando a un juego con las reglas del esfuerzo, el rendimiento, los resultados y la lealtad; y, sin previo aviso, me habían cambiado las reglas de ese juego. El silencio se mantenía. Entonces mi padre lo rompió. Con mucha calma me dijo unas palabras que todavía hoy siguen grabadas en mi cerebro y que dan título a este capítulo:
—Tranquilo, Jaime. Nos han hecho mucho daño, pero no nos han matado. Saldremos de ésta.»
«Recordaba mis inicios y el día que me enteré de que Red Bull y Toro Rosso contaban conmigo. Paradojas de la vida, la noticia de que tocaba la Fórmula 1 me llegó un día caótico, de esos que te dejan el cuerpo revuelto y que, tal cual transcurren, intentas borrar de tu mente. Justo ese día que había sido tan complicado, recibí la noticia. Nunca lo olvidaré. Fue el jueves 28 de junio, en Wackerstorf, mientras hacía mis entrenamientos de karting. Hacía calor, el asfalto estaba seco y, de pronto, una bandera amarilla agitándose a toda velocidad me alertaba de que frenara. Algo ocurría. Una tormenta torrencial estaba provocando el caos en esa parte del circuito. Delante de mí tenía un telón gris de agua. Me asusté. Sabía que si frenaba iba a perder el control. No frené, dejé que el kart se deslizara y lo manejé como pude para evitar chocar con los demás compañeros que se deslizaban descontrolados por la pista. Fue un momento de máxima tensión en el que me di cuenta de que no todo lo que, en adelante, me fuera a ocurrir subido a un kart iba a depender de mí, por mucha pericia que tuviera. Hay elementos incontrolables. Ese día los hubo. Salí del kart. Habían sido los últimos entrenamientos del día. Justo al terminar, sonó el teléfono. Era Helmut Marko, expiloto y asesor de la escudería Red Bull Racing de Fórmula 1, uno de los hombres clave.
—Jaime, estate atento. Probablemente corras con nosotros en el siguiente gran premio.
—¿Alemania?
—Sí.
Me quedé sorprendido. Una ilusión inmensa me inundó y pegué un grito mudo que resonó dentro de mí. Mi sueño se iba a cumplir. Tantas horas de karting, tantos desvelos y tantas ilusiones veían su recompensa. Iba a poner mi primer pie en la Fórmula 1.
Cogí un vuelo a Italia para conocer al equipo. Necesitaba hacerlo. Aquél fue un viaje de emociones increíbles. La ilusión me agitaba. Deseaba escucharlos, compartir criterios, ideas, expectativas... Todo eso existió y, además, me confirmaron que me querían como piloto de pruebas de Red Bull Racing y Toro Rosso. No fue Alemania, pero los rumores acerca de mí ya existían. La prensa comentaba y en el paddock todo el mundo daba por hecho que era cuestión de días que anunciaran mi incorporación. Fue así. Correría en Hungría. Apenas unos días después, que a mí se me hicieron eternos, debuté en el Gran Premio de Hungría.»