Por Raymond Blancafort.
Citroën envió el 24 de abril una nota conmemorativa del 50º aniversario del lanzamiento del Citroën GS, un coche muy importante en la vida comercial de la marca. Y a mí me vinieron inmediatamente a la mente dos personas, dos amig@s: Rizos Muñoz y Pepa Ruedas.
Rizos, además de excelente plumilla y buen amigo –me ayudó mucho en mis inicios y a lo largo de nuestros periplos por el mundial de rallies, siguiendo a Don Carlos Sainz– fue primero uno de los mejores copilotos del país y luego buen piloto, durante algún tiempo incluso oficial de Citroën.
Como tal disputó muchos rallies con un Citroën GS y obtuvo excelentes resultados. Incluso hizo la ‘machada’ de acabar un Luis de Baviera en tres ruedas debido a la rotura de un brazo de suspensión (la suspensión del Citroën GS, hidroneumática, ayudaba) lo que le valió la exclusión dada una interpretación un tanto ‘exigente’ de las reglas: un coche tenía que tener cuatro ruedas.
Bueno, y de paso de acordarme de Rizos me acordé asimismo de Javier Bueno, el hombre de los rallies de AutoHebdo/AutoSport durante casi toda la vida de la publicación. ‘Manolin’ le llamaban en sus inicios de copi. Javier fue copiloto de Rizos –y de muchos más, entre otros Alberto Ruiz-Giménez– y protagonista de tantas anécdotas en el mundo de los rallies que darían para una colección de fascículos.
Anécdotas con Rizos he vivido alguna. Una de ellas en el Rally Halkidikis griego, cuando en 1979 Antonio Zanini y su Fiat 131 Abarth iban a por el europeo de rallies. Zanini nos pidió si podíamos ir a un determinado tramo –no lejos de Salónica–, a mitad de la especial, entrando por una pista de tierra y tener preparada allí una rueda de repuesto porque habían muchas piedras y temía pinchar. Así lo hicimos, pero las previsiones son unas y los designios de los dioses del Olimpo otros. Antonio pasó perfecto por delante nuestro, para reventar un par de kilómetros más arriba.
Pero cuando iniciamos a desandar el camino para volver a la carretera se nos hizo de noche en un bosque donde explotaban la madera y por tanto había un sinfín de pistas nuevas… y nos perdimos, claro. No sabíamos hacia donde ir cuando llegamos a una suerte de aldea… cuatro casas mal contadas, semienterradas, el techo como de Uralita apenas sobresalía un metro del suelo, en medio de un silencio sepulcral. “Ya veras, nos saldrá una vieja de 80 años con bigote que sólo hablará griego o turco y no habrá forma de entenderse”, dijo Rizos.
En un par de minutos salió un joven y se dirigió a nosotros, al ver que estábamos parados, ¡era el cocinero de un barco español que había ido a ver a su abuela! ¡¡Salvados!! Nos indicó rápidamente como llegar a la carretera, que estaba a unos 2 km de distancia y todo arreglado.
El otro, el Citroën GS de Pepa Ruedas. Oficialmente era el coche para llevar a los niños a colegio en sustitución creo de un Mehari… aunque pienso que Pedro Bonet lo compró porque con su portón trasero era ideal para las asistencias.
Aquel coche se convirtió casi en el ‘coche común’ de Becmo (Barcelona Equipo Competición Motor). Se utilizó para todo, para Pepa y los niños, claro; para el fin de semana en Calafell; para entrenar; para asistencia en los rallies. Soy consciente que hice muchos kilómetros con ese GS.
Entonces las cosas se hacían así. Era un juego de amigos que nos veíamos casi cada día. Después de comer y en la cena o después de cenar, el César Augusto de Enric Llistosella era el punto obligado de reunión. A mí ya me iba bien… me pillaba de camino a la escuela de ingenieros… sólo que se me pasaba el tiempo y no llegaba a clase muchos días… todo lo contrario que otro de los contertulios: Adrià Pérez de Lara. Pero bueno, ya empezaba a ‘juntar’ letras y eso de llegar a ingeniero no me molaba tanto. Yo me quedé de ‘plumilla’ –y no me arrepiento de nada por ello– y Adrià llegó a ser director técnico de Nissan Motor Ibérica.
© Raymond Blancafort
Barcelona, 24 de abril de 2020