Por Miquel Arderiu.
Es el 23 de mayo de 1982. Se corren las últimas vueltas del Gran Premio de Mónaco, giros que parecen surgir de la mente de un guionista borracho. Quien conseguía colocarse líder, automáticamente sufría problemas. Faltaba muy poco para el final de carrera y casi hubo la eliminación en serie más sensacional de la historia reciente de la Fórmula 1. Pironi, a la cabeza con Ferrari, se detiene sin gasolina. Es el turno de De Cesaris, con Alfa Romeo, y el romano también se queda a pie. Prost se estrella con su Renault. Patrese, con Brabham, hace un trompo y logra arrancar de nuevo el motor gracias a que hay una pequeña bajada. Al final, logra cruzar la línea de meta y gana la carrera. Pero él no lo sabe.
Hoy, 38 años después, Patrese lo cuenta de esta manera: "Estaba enojado, muy enojado sólo por haber desperdiciado una oportunidad. Llego al túnel y encuentro a Pironi parado, pidiéndome que le lleve. Me detengo, lo cargo a bordo y reemprendo la marcha furiosamente. Primera, segunda, tercera, cuarta, freno para la chicane y recibo un fuerte golpe en el casco. Es Pironi, de quien había olvidado que estaba sentado en un costado del auto… Didier me golpea y grita: "¿Qué estás haciendo estúpido? ¿Qué demonios estás haciendo estúpido?” Disminuyo la velocidad, pero es que tengo tanta ira dentro...”.