Por Josep Autet.
Esta vez no hemos podido ni querido elaborar un obituario. El de Juan Fernández, no, lo sentimos. Quien más quien menos conoce bien los pormenores de la densa trayectoria personal, deportiva y humana de este gran personaje que ha sido Juan para nuestro deporte. Quizás para la gran prensa y las generaciones nuevas el nombre de Juan Fernández García no les diga todo lo que hay detrás, pero las redes en las que se dan cita los miles de veteranos aficionados al automovilismo demuestran cómo de apreciado y admirado es este hombre, fallecido por efectos del cáncer este lunes 22 de junio a los 89 años de edad.
Más allá de coincidencias, charlas o reuniones en las que habíamos estado juntos en estos últimos 40 años, como centenares de personas podrían contar también, sí quiero contar una pequeña anécdota que demuestra cómo era Juan. Nos trasladamos a enero de 1982, Juan había conquistado la temporada anterior un nuevo título español de montaña y estaba a la espera de que le llegara su nueva adquisición para la inminente campaña: un Lola T298-BMW. Juan había cumplido el diciembre anterior 51 años, era bicampeón de Europa de Montaña y multicampeón de España y de Catalunya de diversas especialidades. Digo esto porque era ya un venerable veterano, rápido como pocos, pero sin ninguna necesidad de hacer filigranas ni esfuerzos personales con aficionados ni por supuesto afrontar riesgos económicos ajenos.
Yo en aquel entonces, 23 años, además de correr, escribir en la prensa local y hablar por radio, tenía un acuerdo con una discoteca de moda en la comarca de Osona: Karibú, por el cual me encargaba de dinamizar el ya creciente mundo del motor comarcal. La idea era empezar la temporada 1982 por todo lo alto organizando “La nit del motor”, con el objetivo de atraer aficionados pero también de dinamizar la repercusión motorizada comarcal, algo que siempre me ha entusiasmado.
“La nit del motor” de Karibú la pude montar con campeones del volante de gran nivel: Antonio Zanini, Juan Fernández y Aman Barfull, que venía de ganar el Volante RACC, a quienes se les entregaría el “Karibú d’argent” y además habría obsequios para todos los asistentes y sorteo de ropa deportiva Jocavi. Como se puede comprobar, pude aprovechar al máximo los contactos de aquella época. Estaba todo atado, los invitados confirmados, la cena previa también, el programa de la velada por supuesto, sólo faltaba llegar al 5 de febrero de 1982…
En el mundillo del motor se sabía que la nueva barqueta Danone estaba a punto de llegar, lo que Juan me confirmó. “Juan”, le dije un día por teléfono cuando su presencia estaba bien confirmada, la verdad es que no sé ni cómo me atreví, pero lo hice: “¿crees que podríamos presentar al nuevo Lola en Karibú?”.
Ante mi sorpresa, Juan tomó la petición como algo normal, pero dijo: “a ver… 5 de febrero… umm… no creo que llegue a tiempo, pero si lo hiciera podrías contar con el coche”. Sólo esta respuesta era suficiente para quedar embelesado ante aquella persona. Pasaron los días, publicitamos a tope “La nit del motor” y, evidentemente, en los pasquines y notas de prensa no se hizo ningún tipo de mención a que podríamos tener el Lola-BMW en Karibú, porque lógicamente yo no contaba con él.
A principios de la misma semana del evento suena el teléfono en casa de mis padres, donde yo vivía, y quien llama es Juan Fernández: “Buenas noticias, me llega el coche esta misma semana y como te dije no hay problema para llevarlo a Karibú, tengo que hacer que lo decoren y nada más”. Me quedé atónito, no podía dar crédito a lo que estaba oyendo: “Juan, ¡esto es maravilloso! ¡muchas gracias! vamos a cuidarlo y publicitarlo como nunca antes…”; “vale, vale… pero hay un problema”, me largó Juan parando en seco mi euforia: “Francesc, que es siempre el único que lleva el coche en el camión a las carreras, este fin de semana no está, se va a partir de viernes y no tengo otra opción para transportar el Lola a Els Hostalets…”.
Yo no estaba dispuesto a perder esta oportunidad… “Juan, alguien de tu fábrica, algún amigo…”, le dije, “nada, no hay nadie para hacer este servicio porque además este tipo de fiestas terminan muy tarde y no hay nadie dispuesto a ello”, me dijo. Llegados a este momento, se me ocurrió una última petición, que además por lo que vi luego es lo que él esperaba de mi: “Juan, si tu quieres, sólo si tú ves que somos de fiar, alguien de nosotros, obviamente con carnet de camión y muy cuidadoso, podría hacer el transporte”… “Vale, pero es que además tendréis que descargar el coche con sumo cuidado y volverlo a cargar al finalizar ¡nadie os ayudará! ¡y no se puede romper nada!”, me espetó Juan como si fuera un compromiso en firme. “Juan, si confías en nosotros te aseguro que el coche no sufrirá daños de ningún tipo, ¡bueno! vamos a cuidarlo como si fuera porcelana…”. “Muy bien”, me dijo, ”pues el mismo viernes día 5, a eso de las 11, os presentáis en el taller de Francesc Urpí y él os explicará todo. Habré hablado antes con él. Tenéis que hacerle mucho caso porque luego todo dependerá de vosotros…”.
¿Qué os parece? El conductor agraciado, que se lo tomó como el asunto de su vida, fue Santi Fusté, gerente de la sala, junto con un acompañante que fue quien le llevo en coche a Sabadell y luego escoltó hasta Els Hostalets de Balenyà. Urpí hizo el brifing, los tres cargaron el Lola T298 y Santi salió al volante del camión Danone con el Lola introducido en su caja. Llegó a Karibú, se descargó la barqueta con una pulcritud extraordinaria y la increíble nueva máquina del rey de la montaña lució en la puerta de entrada de Karibú para “La nit del motor”. Al regresar de la cena junto con todos los invitados, Juan Fernández, que no había visto antes su coche expuesto, dijo con sorna: “que bonito, pues sí que lo habéis hecho bien, ¡me alegro!”.
La fiesta fue un éxito total, un bombazo de evento que hizo arrancar la tradición motorizada de la disco. Juan, Antonio, Aman y todos los acompañantes se fueron pasadas las 3 de la madrugada, el Lola se volvió a cargar al camión el domingo por la mañana y se devolvió impoluto a su lugar de origen, Santi al volante, cerrándose así un acontecimiento que podéis suponer lo que significó para mí y para Karibú.
Aquel mismo año y con aquel biplaza, Juan Fernández ganaría un nuevo título de Campeón de España logrando además la victoria en el Montseny. Para cualquier aficionado de los 70 u 80, Juan Fernández era y es un mito, a partir de aquel mes de febrero de 1982 fue para mí alguien entrañablemente irrepetible.
Josep Autet
23 de junio de 2020