Por Josep Cassart.
La ‘Anonima Lombarda Fabbrica Automobili’, A.L.F.A., sería adquirida en 1915 por el empresario Nicola Romeo quien, para perpetuarse para siempre jamás, fusionó los dos nombres y la bautizó definitivamente como Alfa Romeo. Bromas aparte, Alfa Romeo fabricaría unos vehículos cuyos diseños fueron realmente dignos de admiración. Un buen ejemplo era la estampa que ofrecía el Alfa Romeo 1900 S, presentado en 1950; era impresionante y por lo que respecta a la unidad que pilotaba el protagonista de este relato, «Milano», con su copiloto Sebastià Salvadó, su color negro azabache realzaba el aspecto de la ya de por sí tan bien lograda carrocería de la máquina italiana.
A «Milano» y Salvadó se les veía radiantes, con ganas de disfrutar como nunca de aquellos tres días primaverales, del 28 al 30 de abril. Para unos veinteañeros como ellos inscribirse en aquella primera edición del Rallye Cataluña del año 1957 fue una proeza, una prueba a la que para la ocasión se le había cambiado el nombre pues hasta un año antes se llamaba «Volta a Catalunya». Otorgarle el título de Rally, tal y como lo hizo el RACC, le confería una mayor prestancia amén de europeizarla, y como las de antes, para disputarla con garantías era preciso dominar diversos palos: la regularidad, los tramos cronometrados; las pruebas de aceleración, de frenado y de habilidad y el slalom.
«Milano» y Salvadó conocían de sobras a quienes les precedieron en aquella aventura y como no, a sus últimos ganadores. Los de 1954, por ejemplo, el binomio formado por Juan Fábregas y Arturo Elizalde, que a los mandos de un Panhard Dyna Z dejaron atrás a los Pegaso 102 de Leopoldo Villaamil y Joaquín Palacio, ¡casi nada! O a los campeones del año 1955, Antonio Roqué y Miguel Par, a bordo de un Lancia Aurelia B20, el mismo coche con el que se habían impuesto un año antes en la 1ª Vuelta automovilística a Andalucía, que se organizó en Cádiz.
Así que «Milano» y Salvadó en ese 1r Rallye Cataluña deberían reñir con aparatos tanto o más capaces que el suyo: el Jaguar XK 120 de Miguel Soler, el MG de Fernando Biernet, el Austin Healey de Jaime Piera, el Mercedes 300 de Javier Sanglas, los Pegaso Z102 de J. Reh y de José Maria Caralt «Conde de Caralt», el Saab 93 de Luciano Eliakin, el BMW 700 de Ignacio Baixeras, solo por citar a unos pocos del total de 104 equipos. Y sorpresa, sorpresa, los dos jóvenes se llevaron el gato al agua ¡haciéndose con el triunfo!
Algo debía de tener, me refiero a las buenas dotes como piloto, el amigo «Milano», pseudónimo de Guillermo Bas Borrell, virtudes que volvió a poner de relieve en los años posteriores, cuando se adjudicaría dos ediciones consecutivas del Rally Costa Brava que organizaba Peña Motorista 10 x Hora; en 1958 con el mismo Alfa Romeo 1900 S y en 1959, y bajo una intensa lluvia, con un recién estrenado Alfa Romeo Giulietta. Y, por si esto fuera poco, aquel mismo año se proclamaría campeón de Cataluña de Automovilismo.
Fue Paco Folch, presidente de la Peña Motorista 10 X Hora quien comunicó a «Milano» que estaban cocinando una futura carrera, de las conocidas como Subidas en Cuesta, que para los organizadores no dejaba de ser un pequeño aperitivo, comparado con los platos fuertes que eran los rallys por su complejidad en cuanto al despliegue humano necesario y por la movida general que representaban, como era el caso del Costa Brava –el primero de España (1953)–, o el Rallye de Invierno (1958), que ya constaban en su activo.
Por el hecho de tratarse de una prueba de menor rango, además de tratarse de un estreno, Folch, que no las tenía todas consigo y se temía una pobre inscripción, comenzó a dar voces para conseguir una cantidad optima de motos y coches. Y así fue como nació la 1ª Subida en Cuesta a Sant Feliu de Codines, que se programó para el 12 de julio de 1959.
«Milano» se inscribió rápidamente, sin dudarlo ni un instante, tenía una poderosa razón para hacerlo, pero su flema tan al estilo británico le impedía hacer ningún comentario al respecto. El caso es que en aquella localidad donde se disputaría la Subida en Cuesta veraneaban unos primos suyos. «Milano», que tenía entonces 26 años, no podía ocultar su satisfacción al saberse virtual campeón de Cataluña y es humano reconocer el orgullo que sentía pues se le brindaba la ocasión de mostrar sus «manitas» a los de su familia. Así que llamó por teléfono a sus parientes para notificarles el evento y estos, agradecidos, aceptaron su invitación; acudirían para animarle y se situarían en un lugar estratégico del trazado, un par de curvas enlazadas conocidas como «la Font del Clara». Finalizada la carrera, estaba invitado a comer con ellos en su casa.
Pero el destino, que siempre es soberano, quiso que la 1ª Subida en Cuesta a Sant Feliu tuviese que ser aplazada, debido al desgraciado accidente que aquellas semanas costó la vida al motociclista Conrado Cadirat en las 24 horas de Montjuïc. Cadirat era piloto del equipo Ossa, pionero del motocross en nuestro país y uno de los grandes en pruebas de resistencia. Cuando se llevaban disputadas cinco horas de carrera, rodando a más de 130 km por hora, Cadirat se tocó con otro participante y cayó al suelo, siendo arrollado por otra moto. Trasladado de urgencia al hospital, nada se pudo hacer para salvar su vida. Se daba la circunstancia de que su prometida, la gimnasta Olga Soler, había fallecido también unos meses antes, en un accidente aéreo, en el que viajaban los principales gimnastas españoles, entre los cuales se contaba el mediático Joaquín Blume.
Para el mundo del deporte la conmoción y el duelo fueron mayúsculos, así que la Peña Motorista 10 X Hora, con muy buen criterio, se sumó al sentir unánime y pospuso la Subida, retrasándola al día 26. Los miembros de la Peña, que habían luchado incansablemente para cerrar inscripciones, vieron como por cuestión del cambio de fecha eran muchos los pilotos que se daban de baja, puesto que tenían compromisos en otras carreras como la Vuelta a Aragón o el Trofeo de Ferias de Valencia. A fin de cuentas, entre motos y coches solamente acudieron a la cita 27 participantes, de los cuales solo 10 eran automóviles.
Repasando la lista de inscritos definitiva, para «Milano» y su nuevo Giulietta la prueba prometía ser un paseo triunfal; sin apenas oposición ¿quien le podía plantear batalla? Así pues, el día de la carrera, al salir de su domicilio de la barcelonesa calle Balmes y antes de ponerse al volante del coche de carreras –con el que antaño uno se desplazaba a todas partes–, entró en una tienda cercana donde compró unos caramelos para los hijos de sus primos.
En plena ascensión, cuando el ágil Giulietta había sobrepasado a fondo las famosas «Cinc corbes» y con el coche muy trabajado encaraba la «Font del Clara», divisó a los parientes que acompañados de sus chavales le saludaban, brincando desde el arcén. «Milano» aminoró, abrió la ventanilla y elegantemente les lanzó un puñado de caramelos, “¡menuda ilusión les hace!”, dijo para sus adentros.
La primera edición de la Subida en Cuesta arrojó el siguiente resultado final: Primer clasificado, Francisco J. Anet, con Renault Dauphine y un tiempo de 3’55”0; segundo clasificado, Guillermo Bas «Milano», con Alfa Romeo Giulietta, 3’55”2, ¡solo a dos décimas del vencedor! Tan solo dos décimas, el precio que pagó por hacer felices a unos chiquillos.
Josep Cassart
Junio 2020