Por Josep Autet.
Hace justo medio año publiqué en mis redes personales el texto que puede leerse un poco más abajo. Decía que no todos los viernes eran iguales ya que aquel viernes, 11 de septiembre de 2020, había hablado con Jaume Figuerola. Ayer, 5 de marzo de 2021, también era viernes y fue el día que nos dejó Jaume. Como el texto de hace seis meses me parece completamente válido, lo publicó tal cual aunque con este añadido al principio.
No hay que ver la desaparición de Jaume Figuerola como una tragedia. Se nos ha ido alguien entrañable y eso duele, duele mucho, pero si se quiere a una persona de verdad, pero lo que se dice de verdad, hay que dejarle ir en paz cuando llega el momento. Jaume ha vivido una vida plena y en su mayor parte feliz, no exenta para nada de dificultades, pero la huella que ha dejado es profunda y muy personal. Su positivismo, siempre ayudando a los demás y con un trato exquisito hacia todos, es lo que nos queda en la memoria de los muchos que le hemos querido.
Me decía Jaume en un whatsapp hace unos meses: "...creo que estoy en la última etapa de mi larga vida. He renunciado a las salidas por los caminos de Collserola, he renunciado a conducir, en fin he renunciado a toda actividad que mis fuerzas no me permiten llevar a cabo, o sea que el listón de mi nivel de vida ha bajado drásticamente, pero me encuentro bien y la moral continúa alta".
Yo me quedo con eso. Jaume Figuerola, a sus 97 años, era historia viva. Queda un vacío que no lo podrá llenar nadie, es así, se nos ha ido un referente, pero debemos estar agradecidos por haberle conocido y haber formado parte de su círculo de amigos. Yo lo estoy y brindo por él y por su memoria, tan enorme, tan importante, tan irreemplazable, tan admirada.
Bon viatge Jaume, descansa en Pau. I moltes gràcies per tot.
Josep Autet
6 de marzo de 2021
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No todos los viernes son siempre iguales
(Josep Autet, 11 de septiembre de 2020)
Cuando llega el viernes, lo primero que le digo a mi padre cuando lo voy a ver es: “¿Sabes qué día es hoy, abuelo?”. Y él, entre divertido y sorprendido, me dice, “¡ya volvemos a estar en viernes, caramba que rápida ha pasado la semana!”. Es cierto que hasta hace un tiempo el viernes era para mí un día entre importante y especial, el preludio de un fin de semana que durante muchos años no fue más que la continuación laboral de los cinco días anteriores, a pesar de que evidentemente con un estilo de trabajo muy diferente. Pero con el paso del tiempo, motivado también por lo que hoy en día nos toca vivir, el significado del viernes ha cambiado para mí y se ha convertido generalmente en la puerta de entrada a un fin de semana como el que vive todo el mundo, en mi caso sin demasiadas novedades.
Escribo estas líneas a media tarde del viernes 11 de septiembre de 2020, la fiesta nacional de Catalunya, día en el que inesperadamente me ha tocado recibir un premio. Como un viernes o un día cualquiera he hablado con mi padre, 90 años, y además con otra persona especial, que también admiro, de 96 años: Jaume Figuerola i Montserrat. Hacía mucho tiempo que quería hablar con él, ha pasado momentos delicados pero este año tampoco ha fallado al enviarme por WhatsApp una foto con motivos coloristas de la Diada, que me ha hecho sonreír y a la vez pedirle al instante: “¡¡Jaume!! ¡¡Buena Diada!! ¡¡Estoy muy contento de saber de ti!! ¿Me dejas llamarte un momento?”, “¡¡Y tanto que puedes llamar!!”, responde Jaume sin pausa... Y he aquí, como si de un artículo al uso se tratara, que publico, muy consciente de que no vulnero ninguna intimidad sino que comparto un momento de alegría que muchos amigos míos comprenderán y posiblemente harán suyo, el siguiente resumen de lo que he hablado con Jaume Figuerola:
“Chico, no sé cómo fue pero enganché el virus. Un día me encontré con dolor de cabeza y algo de fiebre, se me llevaron en ambulancia y quedé ingresado. En ocho días ya volvía a estar en casa pero sin haber hecho limpio del todo, la asistenta y mis hijos me cuidaron y después de veinte días de confinamiento en la siguiente prueba di negativo. Ahora me encuentro bien, esto ya ha pasado.
Cómo puedes ver, mi recta final se alarga más de la cuenta, pero ya que es lo que hay... yo tranquilo, a pesar de que el panorama que hay por todas partes no es para echar cohetes, ni mucho menos, pero no queda otro remedio que aguantar. Me cuidan y me valgo por mí mismo, lo único que tengo mal es el oído, pero puedo decir con franqueza que todavía tengo ilusión, me interesan las cosas, puedo leer y juego al ajedrez, no me puedo quejar. Me sabe mal como van las cosas, en nuestro país pero también en todo el mundo; todo lo que veo por televisión me trastorna, este incendio en Grecia que ha dejado miles de personas a su suerte y más abandonados que como lo estaban antes... Se puede decir que la gente mutamos, nos adaptamos a todo, pero a mí no me gusta nada la situación de muchas cosas, puedo decir que me hace pena todo ello”.
Ocho minutos de charla con una persona que admiro profundamente, no solo por ser un excelente ser humano y por todo el camino que recorrimos juntos en las actividades deportivas de Renault en Cataluña y de Elf, sino también por su pasado personal anterior, que conozco muy a grandes rasgos y que reconozco que me fascina: Infancia en la comarca tarraconense; ambiente de preguerra; marcha al exilio con su padre siendo él un adolescente; campo de concentración del sur de Francia; enrolamiento en grupos de la resistencia francesa; sabotajes a los nazis y a sus colaboracionistas franceses; le apresan y es detenido; se salva del fusilamiento y es enviado al norte de Francia, donde lo someten a trabajos forzados en la construcción del muro del Atlántico; se escapa; vuelve a contactar con la resistencia francesa y sigue ayudándoles; acaba la guerra y se queda a vivir en Paris; entra en la división agrícola de Renault, donde trabaja muchos años; vuelve a Cataluña y comprueba la realidad del momento en el país; contacta con Renault, etc. etc.
Lo siento Jaume, ya lo he escrito, solo son unos breves apuntes. Estas memorias, ni que sean resumidas, que nunca has querido que hiciéramos, es una de las cosas de las que no estoy de acuerdo contigo. Tenemos todos una deuda con tu generación y ese final, del que cuando charlamos me hablas siempre con serenidad y normalidad, hará que cada vez queden menos héroes como tú para dar a conocer el testigo de una época que, por mucho que hablemos, solo sabéis qué fue en realidad la gente como tú. Sobreviviste a unos tiempos casi imposibles, con un esfuerzo y un valor que ahora no existe, ni se intuye. Siempre serás especial para mí Jaume... pero yo intentaré convencerte de nuevo cuando nos podamos ver ¡dentro de unos días!
Josep Autet
11 de septiembre de 2020
Nota.- Acompaño el texto con una foto de Jaume Figuerola con su hijo, Ferran, en una de sus últimas excursiones.