Hubert Auriol “Airlines” 



Por Josep Autet. Habíamos participado con un Mitsubishi largo en el Rally de Túnez del mes de abril y un mes más tarde estábamos en Marruecos para disputar el Raid del Atlas, esta vez con una versión corta, más competitiva del Pajero T3. Estamos en la temporada 1988. Antonio Zanini había acordado con Gaston Rahier, con quien había disputado la Baja de 1987, hacer esta mini temporada africana con coches de su macro estructura en la que además de los Mitsus de Guy Colsoul-Alain Lopes y el nuestro gestionaba íntegramente el equipo oficial Suzuki de raids, del que el propio Gaston era jefe de filas al manillar de las DR 800.

Este programa significó nuestra primera participación africana y además en un equipo que aunque en coches no era ni mucho menos de punta, contaba con unidades Sonauto de una o dos temporadas anteriores y el fuerte patrocinio de Marlboro, un proyecto que para nosotros era toda una oportunidad que afrontamos con gusto. Pero el objeto de este texto no es hablar de la doble incursión de Zanini-Autet en el norte de África, sino hablar desde mi punto de vista de cómo conocimos a Hubert Auriol, extraordinario piloto que falleció el pasado 10 de enero de 2021.

El Atlas de 1988 constaba de 8 etapas en suelo africano, entre Tánger y Marrakesh, una carrera importante que formaba parte del calendario internacional de raids, lo que significaba la participación de todos los equipos oficiales y escuderías de punta de la época, entre ellos una de las figuras más grandes de la especialidad, Hubert Auriol, que aquella temporada que había empezado en el Dakar iniciaba su singladura en las cuatro ruedas tras ser considerado un auténtico mito por sus hazañas en moto.

Auriol corría en 1988 con un buggy monoplaza de dos ruedas motrices que se había hecho construir con especificaciones muy similares a los buggies que corrían la Baja California, suspensiones de largo recorrido y un motor Volkswagen 1.8 16V turbo de 320 CV. Además de recibir ayuda de Volkswagen y Elf, la operación estaba patrocinada por el perfume masculino Kouros, de Yves Saint Laurent. No fue esa temporada de debut en las cuatro ruedas muy positiva para “el africano”. A mi modo de ver tenía demasiado presente cómo se pilotaba una moto, algo que luego aplicaba en cierta manera cuando manejaba el volante, lo que derivó en roturas y problemas que se le acumularon y sucedieron en cada carrera.

El caso es que el texto que estáis leyendo alude a nuestra participación en el Atlas’88, con el número 217 en las puertas, lo que equivale a decir que éramos el coche nº 17 en salir a las primeras especiales, tal era la calidad de la participación en esos raids. La especial prólogo disputada en Cap d’Agde, costa Azul francesa, era una especie de tramo mezcla de motocross y enduro, de 13 km, que habíamos logrado superar marcando el 11º tiempo, a 1 minuto largo del ganador de esa especial… Hubert Auriol y su Kouros-VW. El dúo doblegó a toda la armada Peugeot, Mitsubishi, Range Rover, Toyota y Lada. Ahí es nada.

Ya en África, nosotros proseguimos con nuestra actuación más bien cautelosa, llegamos a ir en cierto momento sextos pero no nos ayudaron para nada los pequeños problemas que iban surgiendo. Fue ahí, en terreno africano, donde conocimos las habilidades de Auriol. Repasando los planos de la carrera creo acertar si señalo la cuarta etapa marroquí, entre Zagora y Taliouine, la más larga con 340 km cronometrados y un final repleto de zanjas y oueds (ríos secos) que invitaban a estar en guardia, como el sitio donde “el africano” nos demostró quien era.

La parte inicial era rápida y muy del estilo rally, no había demasiados problemas para acertar con la ruta correcta, tampoco tuvimos percances ni nadie nos adelantó, pero en la parte final del tramo, pongamos que en los últimos 100 km y con la llegada de los cortes anunciados en la pista, oí a través de los interfonos del casco a Zanini: “¡Ostia! ¡viene un tío que pega unos saltos que no veas!”. Unos segundos más tarde, justo en el momento que Antonio frenaba ligeramente para hacer más suave el paso por una zanja de un par de palmos, nos adelantó por la derecha, a la altura de mi posición en el habitáculo y a modo de espectacular panel publicitario dinámico, el cartel “Kouros-Volkswagen”.

Era Auriol que nos pasaba literalmente volando, para rebotar y zigzaguear en el momento del aterrizaje pero sin levantar el pie, escarbando y proyectando tierra y piedras para desaparecer en medio de una nube de polvo.

Aquello nos alucinó, ¡cómo absorbía esa suspensión! Pero, ¿cómo se podía conducir así y no pegársela o romperlo todo? Auriol no se solía dar golpes, pero el coche no aguantaba y aquel Atlas no lo pudo acabar, tampoco nosotros dicho sea de paso. Pero ¿cómo es que llevando Hubert Auriol el nº 210 y nosotros el 217 el buggy iba por detrás nuestro? Pues porque Auriol había perdido como 40’ en la primera etapa marroquí por algún problema y se encontraba varios coches por detrás nuestro pero totalmente al ataque, en plena remontada. Tras las cinco primeras etapas nosotros estábamos en la décima plaza, justo por detrás del propio Hubert Auriol y unos pocos segundos por delante de Jacky Ickx-Christian Tarin, que corrían con un Lada.

Hubert Auriol. Su nombre siempre me inspiró admiración y su trayectoria, suficientemente glosada estos días, ahí está y ahí queda. Yo, que no soy de colonias ni de perfumes, siempre que he visto en todos estos años el anuncio de Kouros me he trasladado mentalmente a aquel año en el que Hubert Auriol “Airlines” logró que un producto que no pintaba nada en el desierto acabara destacando porque contaba con el mejor embajador. Descansa en paz Hubert Auriol.

Josep Autet
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11 de enero de 2021

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