Competición vivida: Mi historia con un Zastava 101  



Por Antonio Arderiu.

Corría el año 2018 y participábamos en el Rallye Monte-Carlo Historique con nuestro fiel Autobianchi A-112 Abarth. Era la última crono del rally, Saint-Sauveur-sur-Tinée – Beuil (el célebre Col de la Couillole) y habíamos tomado la arriesgada decisión de salir con neumáticos de invierno en lugar de hacerlo con clavos. Y eso que nevaba a todo trapo. Comenzamos el tramo y empezamos a ver coches atorados o estrellados por doquier y muchos otros que, aún con clavos, andaban más lentos. Fuimos superando los obstáculos con dignidad hasta que alcanzamos un extraño aparato, un Zastava 101 de un tal Claudio Mosconi, del Team Kessel (ahí es ná), al que tuvimos que seguir un largo rato. En esa persecución observamos que era un trasto muy estable y que, en las curvas con nieve, se aguantaba mucho mas que nuestro pequeño Abarth, equipando unos Nokian igual que los nuestros. Al día siguiente nos enteramos que había ganado su categoría y que otro trasto similar había ido segundo overall todo el rally, hasta que estropeó el motor. Entonces pensamos que podría ser un buen aparato para rallys complicados.

Ya de vuelta, estudiamos la cuestión y vimos que, en su día, una expedición de estos coches había llegado al Kilimanjaro a mediados de los años 70 y otro equipo había ganado el Tour del Mediterráneo de 1975. Averiguamos que los habían fabricado en la antigua Yugoslavia, en Polonia y en Colombia, todo ello con las obsoletas cadenas de fabricación del 128 cedidas por Fiat. Puestos a buscar, pensamos que los de Polonia tendrían demasiado oxido, Colombia estaba lejos, así que únicamente quedaba Yugoslavia o, más modernamente, Serbia. A través de las redes sociales contactamos con Laszlo e Igor Lazcovic que dijeron poder proporcionarnos uno. A tal fin nos mandaron fotos que fueron cuidadosamente estudiadas por Luis Góngora hasta que dio su aprobación. El coche era de un color verde pistacho con motor de 47 CV de origen Fiat, que tenía algo más de punch que el que fabricaron posteriormente. El problema estaba en traerlo a España o Andorra, pues importarlo costaba tres veces el valor del vehículo, aparte de un papeleo considerable y complicado.

A grandes males, grandes remedios. El día 18 de junio de 2018 cogíamos un avión hacia Belgrado por 90 pavos con la intención de venir con el coche puesto. Por la noche, en un restaurante al aire libre, nos encontramos con los Lazcovic y “nuestro“ Zastava. A pesar de lo avanzado de la hora salimos a probarlo por la zona de las embajadas y el aparato respondió bastante bien. Al día siguiente empezaron los preparativos para la vuelta.

Gentileza de los Lazcovic fueron unos neumáticos de invierno, de la marca Tigar, que no había visto en mi vida, así como unos faros larga distancia de igual desconocido origen. Más problemas hubo a la hora de hacer papeles ya que, al parecer, yo no podía conducir el vehículo sin una licencia serbia, salvo que consiguiera un permiso de exportación, tramite que demoraba, al menos, un mes y exigía un desembolso superior al valor del vehículo que, en libros, lo consideraban de 2.000 pavos. Como no era cuestión de quedarse treinta días en Belgrado, ni pagar tasas y demás gabelas por 2.000 euros, optamos por sacarnos una licencia provisional, para lo cual debería pedir hora y pasar un examen, ya que, al no ser de la UE, ni ser el internacional, mi carnet no valía. Obvio es decir que no sabíamos ni una palabra de serbio. El tramite resultó mas sencillo de lo imaginado: presentarnos en el lugar señalado, aportar nuestras credenciales, una módica suma que cambió de manos y salimos con una brillante licencia provisional, valida para un año.

Al día siguiente, ya como conductor serbio con coche serbio sin aire acondicionado, partimos de Belgrado. Los Lazcovic nos habían aconsejado dejar claro en Bosnia-Herzegovina y Croacia que no éramos serbios y que el tema era puramente de transporte, así que decoramos el vehículo con cuantas pegatinas pudimos. Atravesamos Bosnia, Croacia, Eslovenia, Hungría y al llegar a Génova lo embarcamos en el GNV hasta Barcelona y, de allí, tomamos rumbo a Andorra. El único problema nos lo dio al embarcar ya que, supongo que fruto del calor, se negó a ponerse en marcha en la barrera de embarque. Por suerte, después de un rato volvió a arrancar. La excursión fue de 3.400 km aproximadamente lo que, para un veterano, fue una muestra de fiabilidad.

Llegados a casa, revisión general por Luis y cambio de neumáticos, pues eran bastante malos. Nos dimos cuenta, entonces, que le harían falta varias mejoras de orden estructural por lo que nos pusimos a estudiar de nuevo. Al final llegamos a la conclusión que, por precio, seria mejor buscar un vehículo donante. Dicho y hecho. Esta vez 70 pavos y vuelo a Belgrado el 3 de septiembre de 2018 para buscar y traer para casa otro Zastava, esta vez de color blanco. Como ya tenía mi licencia serbia no perdimos el tiempo en papeleos y fue llegar, pagar y recoger el vehículo. La novedad fue que un amigo mío, Georges Ladopoulos, me animó en la vuelta a participar en un rally en un lugar que se llama Oradea, en Rumanía, el Carpati Retro Rally (localmente apellidado como “Raliul Carpati Retro”). Y como mis neuronas no funcionan correctamente, allí fui con mi Zastava de recambio.

Excuso decir que no ganamos nada (como siempre…) pero nos lo pasamos bomba (como siempre…). La táctica, visto el desconocimiento del idioma y el lugar, fue salir a todo lo que podíamos en los tramos y pegarnos al de delante, “palmando” un minuto voluntariamente por tramo. Pero la experiencia fue apasionante por el recorrido, los Cárpatos, la amabilidad de la gente y aprender a sortear carros, gallinas y pavos allá por donde pasábamos, con tramos de tierra incluidos. Al final nos concedieron una mención al participante llegado de más lejos y dejamos atrás buenos amigos.

Vuelta a Andorra, esta vez por carretera porque no encontramos barco: Hungría, Austria, Italia, Francia y Andorra. Una vez en el país, con la unidad verde hicimos una composición y salimos a probarlo en el Classic Comtat de Cerdanya. Cuando Antonio Zanini nos vio llegar, exclamó “¿no podías encontrar algo mas barato?“. La subida a Masella fue un poco dolorosa, pues 47 CV no dan para más, pero conseguimos el primer puesto de la media baja. Siguiente rally fue el de Alcañiz, donde tuvimos alguna trifulca con el dichoso Blunik pero, obviamente, lo pasamos bomba pues era un rally muy bien montado.

Después de estas escaramuzas el coche hizo el Clàssic dels Volcans bajo las mejores manos de Alfonso Arderiu y un Rally Mundial FIVA, conducido por Karl Michael Ermer, en el cual una avería les impidió acabar. Y, por fin, el rally del que surgió la idea original, el Andorra Winter Rally, ediciones 2019 y 2021. De una a otra edición, el coche ha mejorado sensiblemente y aunque en 2021 entramos por casualidad en el parque cerrado (embrague quemado por este “paquete” que os escribe) y sin tubo de escape, el coche se portó más que honorablemente. ¿Peking to París 2023, quizás?

Antonio Arderiu Freixa

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