Por Raymond Blancafort.
Me hizo gracia ver a Eric Gené justo delante de Fernando Barrichello en unos entrenamientos libres de cara a la última carrera de la F4 Spain, que se disputaba en Montmeló dentro del NAPA Racing Weekend. El hijo de Jordi Gené y el hijo de Rubens Barrichello, compitiendo juntos.
Conocí a Rubens precisamente cuando corría en la F3 británica y Jordi era uno de sus rivales. Ambos corrían con West Surrey Racing, uno de los mejores equipos de la Fórmula 3, críos todavía –aunque más mayores de lo que ahora se estila– y estaban acompañados de sus padres. Recuerdo que charlamos unos momentos los cinco mientras disfrutábamos del ‘catering’, es decir de unos bocatas y un refresco, sentados de forma improvisada en una rueda, las escaleras del camión o apoyados perezosamente en este.
Está claro, los ‘hospitality’ eran cosa de la Fórmula 1 y todavía en estado incipiente. En la propia F1 sólo se usaban carpas adosadas al camión que servía para preparar todo. Estamos hablando de hace 35 años atrás… o 50…
No se usaban ordenadores. El móvil era una entelequia. Así que la experiencia de los mecánicos era clave a la hora de adecuar el ‘set up’. Esto, y los ‘pelillos del culo’ del piloto que hacían las veces de sensores. El único dato, el cronometro, los tiempos de vuelta, sin parciales aún.
Este fin de semana, en el Circuit, viendo lo que se gastan incluso los de la F4 y la EuroCup3, en algunos casos con tiendas de catering, con ingenieros y baterías de ordenadores que lo analizan todo, que tienen parciales, que pueden comparar telemetrías, uno se da cuenta del tiempo que ha pasado y cómo los costes de este deporte se han disparado.
Por el paddock me crucé con Giancarlo Fisichella, con Juan Pablo Montoya, con Stéphane Sarrazin… ¡con Emerson Fittipaldi! Todos ellos con hijos en la categoría –bueno, Montoya no, estaba en plan inspección– y uno se da todavía más cuenta del tiempo que ha pasado.
Pero eso uno ya lo tiene asumido. En alguna ocasión me crucé con algún joven piloto y cuando le decía, “yo me acuerdo que tu padre…”, te respondía, “sí, ya lo he oído, pero no era mi padre, sino mi abuelo”.
He reencontrado viejos amigos, recordé batallitas… a algunos que ya no están, ley de vida. Son otros tiempos, sí, pero los seguimos disfrutando igual. ¿Mejores los nuestros? Al menos correr era más sencillo… bastaba con ‘robarle’ a mamá el coche los fines de semana y rezar para no abollarlo.
Y cuando comenzaron a exigirse medidas de seguridad, como las barras o los cinturones arnés, nos las ingeniamos para que fueran de quita y pon. Podían servir incluso adaptados a un coche de la ‘Escudería Avis’.
Recuerdo un rally del Zanini Racing, campeonato semipiratilla del que surgieron buenos pilotos, que la mitad del parque cerrado previo a la carrera desapareció cuando se supo que un inspector de una firma de coches de alquiler estaba al acecho.
Eran otras épocas. Las numerosas escuderías eran reuniones de aficionados que, una noche a la semana, cenaban juntos o quedaban después de cenar en algún local, siempre fijo. Donde se aprovechaba para que ‘el secretario’ hiciera inscripciones para las próximas carreras y se reclutaba a voluntarios para ir de asistencia al siguiente rally… o hacer de control si la escudería organizaba el evento. Y todo se pagaba del propio bolsillo, como mucho una pequeña ayuda para gasolina. Y si la reunión de tu escudería era el martes, siempre podías ir a visitar a otra el miércoles o el jueves.
Eran otros tiempos. ¿Mejores? No sabría decirlo. Los disfrutamos intensamente. ¡¡¡Que nos quiten lo bailao!!!
© Raimond Blancafort
14 de noviembre de 2023
JAS Info Service