Competición vivida: un rally dividido en dos partes (2ª) 



Por Josep Autet.

Dejamos el día de ayer con un servidor en la cama, intentando conciliar el sueño tras una muy positiva primera etapa del Rally Catalunya–Costa Daurada Legend. A Jordi Ventura también le costó dormirse. Hoy vamos a contar lo que sucedió en la completamente distinta 2ª etapa. Se inició a las 9 en punto del sábado y, para afrontar el primer bucle de tres especiales seguidas (La Teixeta, El Lloar-Bellmunt y Falset-Porrera), montamos un juego de D5 nuevas. Las cubiertas salieron del parque con las pegatinas en la banda de rodadura.

Los 14,7 km de la primera especial los afrontamos con ganas pero tras cruzar el viaducto de Duesaigües, cuando ya empezaba el puerto y sus enlazadas lentas, notamos una falta de agarre en las cubiertas que incluso le hizo pensar a Jordi que habíamos degradado, pero no. El coche no se tenía igual de bien que la víspera y la parte de subida virada hasta las célebres rotondas fueron un continuo girar-corregir y además con una sensación de falta de tracción, o de no disponer de toda la potencia adecuada; no íbamos lentos, que va, pero queríamos ir más rápidos, no se si me explico...

Si eres alguien cabal, como lo es Jordi Ventura, el temor a un bandazo inesperado y meterte automáticamente en problemas no te permite girar y acelerar con decisión, porque no quieres arriesgarte a darle al raíl o salirte a la cuneta. Con esta sensación de cierta inestabilidad, en los cuatro últimos km del tramo, en leve descenso y curvas sin demasiada dificultad pero que deben negociarse a notable velocidad, fue donde pagamos nuestra lógica cautela. Salir demasiado de lado en cualquier curva o dar un trompo era algo prohibido: el M3 nos sacó 18” de golpe, más de 1” por km, un correctivo que nos alejaba del objetivo de dar guerra por el liderato absoluto. ¿Qué pasó en realidad? El calor, tanto en el ambiente para el motor turbo como en el asfalto para las gomas, no hay otra explicación. En todo caso, seguíamos controlando a todos… menos al M3.

En El Lloar-Bellmunt el asunto del agarre parecía menos importante, aunque ese tramo es de los que se las trae. Tras liderarlo al inicio acabamos cediendo 7”3, lo que nos dejaba a medio minuto de nuestro rival: la suerte estaba prácticamente echada. Por el contrario, nuestra competencia en Pre90 la teníamos a más de 2’ (Barragán-Sánchez) y de 3’ (Sainz-Cancela), incluso el tercer clasificado scratch, nuestros amigos Riberas-Menéndez, estaban situados 1’ por detrás, distancia más que suficiente para mantenernos en una segunda plaza consolidada. Nuestra situación era muy buena. Lo que quedaba claro es que en este inicio de etapa habíamos intentado seguir peleando contra el M3 E-36, pero no pudo ser y en parte es lógico: Manuel Muniente, gran piloto, lleva una máquina más moderna y tecnológicamente más competitiva que nuestro Sierra.

Fue en Falset-Porrera donde terminaron definitivamente nuestras opciones de marcar algún tiempo interesante y, a la postre, de defender la segunda posición absoluta. Debió ser a menos de 1 km de la salida cuando de golpe la transmisión del Sierra empezó como a patinar, avanzábamos pero perdimos de golpe todo el empuje, con el motor obedeciendo los acelerones de Jordi pero sin transmitir la mayor parte de la potencia a las ruedas. “¡Patina el embrague!”, dije yo, “creo que hemos roto un palier”, argumentó Jordi. Y así, con el fantasma de la retirada en nuestra mente, acabamos el tramo con más de 50” perdidos y el coche funcionando a duras penas, pero avanzando.

En el enlace posterior estuvimos en continua comunicación con la gente de Baporo y en concreto con Abel Algué: “por lo que más queráis ¡no lo apretéis a la salida de las lentas! ¡ni hagáis que la transmisión patine!”. La neutralización de Salou se hizo pesada, pero cuando llegamos al parque de trabajo de Reus todo estaba a punto para el gran asunto. La preparación previa fue clave para empezar inmediatamente el trabajo. Por los síntomas que daba el funcionamiento del coche y a que sin acelerar a fondo andaba aparentemente bien, se había llegado a la conclusión correcta: diferencial. Llegar al Tecnoparc de Reus y comprobar como los seis mecánicos levantaban el Ford y se lanzaban bajo el coche, ocupando sus plazas para desmontar por entero la transmisión trasera fue emocionante y a la vez asombroso ¿podrán sustituir el diferencial a tiempo?

Unos desmontaron ambos palieres, otros la propia transmisión al tiempo que un tercer equipo situaba en posición el diferencial de recambio que debía ocupar el lugar que ocupaba el inoperativo. La tarea no era sencilla y con muchas incógnitas, ya que el Sierra equipa la última versión de diferencial homologado en grupo A y el que teníamos de recambio no era igual, sino de una versión anterior de grupo N que no encajaba exactamente ni en el espacio que ocupaba el averiado, ni con todos los soportes que lo sujetaban. Además, por un asunto de medidas, se tuvo que sustituir ambos palieres pero con pericia, ganas, furia, montando y desmontando –y volviendo a montar de nuevo, claro–, finalmente la transmisión fue acoplada más que correctamente a su lugar de trabajo. Luego toda la operación de situar los nuevos palieres, apretar tornillos, tuercas, anular el tubo de salida del aceite, etc.

El tiempo volaba y los 39 minutos disponibles (de los 40 de que constaba la asistencia) se fueron consumiendo entre tensión y acción, mucha acción. Uno se da cuenta en momentos como este qué es lo que significa el trabajo en equipo. No es que el grupo funcionara como un reloj de precisión, lo que lograban hacer entre todos era aprovechar las habilidades de cada uno para realizar lo más rápido posible –y bien– la tarea en su globalidad. Rubén, Marc, Enric, Gerard, Pau… se esforzaban empapados de sudor y aceite: “Quedan 15’…. Ahora 10’… Quedan 5’ para no penalizar”, les espetábamos… Cuando estábamos a punto de entrar en el minuto de fichar, mientras unos acababan el último apriete, otros despejaban suelo y entorno para bajar el coche, con Jordi en el asiento, motor arrancado y yo corriendo hacia el control…

Fue tal la velocidad que le imprimieron a estos segundos finales que el Sierra llegó en el mismo instante que yo a la mesa, justo cuando un servidor se abalanzaba hacia el dispositivo, donde la mano del comisario esperaba recibir el carnet para darle a la tecla. “Clic”, pulsó y el sonido de la mini impresora del cronometro manual mostró que el coche había entrado en su minuto, a 24” del siguiente ¡entramos en hora! Con visibles ademanes en la distancia intenté hacer entender al equipo que habíamos logrado la hazaña, pero los que respondían a mi algarabía eran los aficionados que habían presenciado la angustia del momento. Ellos, los mecánicos, ya estaban dando los últimos retoques a los otros dos coches del equipo y preparando el repostaje… ¡Bravo a todos!

Quien haya corrido rallyes posiblemente habrá vivido historias semejantes, aunque la relatada es una situación en la que todos hicieron gala de unos nervios de acero pero también de un conocimiento mecánico fuera de toda duda. Por eso no viene de más hacer notar el orgullo que uno siente cuando el equipo que te asiste demuestra ser un gran equipo: Baporo Motorsport.

Cuando Jordi engranó marchas para salir rumbo a La Teixeta-2, la vibración y los “clacs” en la transmisión al cambiar o acelerar eran más que sonoros, en realidad asustaban un poco, la verdad, pero el coche avanzaba sin aparentes problemas. Por whatsapp y finalmente por teléfono logramos entender que esos ruidos eran normales, el tamaño del conjunto de la transmisión no era exactamente el mismo del anterior diferencial y algún soporte tuvo que ser ignorado, de modo que esas vibraciones y ciertos golpes eran normales… si no se abusaba, claro, lo que equivalía a decir que nada de correr en curvas cerradas o acelerar para lograr un mejor empuje, en una palabra, se podía seguir e incluso correr “moderadamente” pero sin exigir a la mecánica lo que en otras circunstancias hubiera sido normal.

Así fuimos circulando por los tres tramos del segundo giro. Tras La Teixeta-2 nos superaron en la clasificación general Riberas-Menéndez, nuestros compañeros de equipo que estaban llevando a cabo un gran rally, pero al resto de rivales los teníamos controlados dada la enorme diferencia que les habíamos sacado hasta ese momento. Perdimos unos 40” en La Teixeta-2, otros 40” en El Lloar-Bellmunt-2 y antes del relativamente corto Falset-Porrera-2, vimos que podíamos mantener la posición corriendo al mismo ritmo. En los dos pequeños puertos del tramo y las dos consiguientes bajadas, donde se podía ir algo más ligero, Jordi condujo de maravilla y aunque perdimos 17” respecto al scratch, mantuvimos la tercera plaza de la general y, por minuto y medio de ventaja, la victoria en Pre90, ¡objetivo logrado!

Quedan cuatro anotaciones al estilo “crónicas reusenses” que, si os apeteciera conocer, las podría escribir y publicar este próximo viernes, ya me decís, si no lo dejamos aquí para no saturar con tanto texto. Por el momento, nuestro enfoque deportivo está ya en el Rallye de Avilés Histórico, el primer fin de semana de julio, un rally que por lo que parece puede ser inolvidable. Hablaremos. Gracias por llegar hasta aquí, seguiremos…

© Josep Autet
12 de junio de 2024
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