Hace unos días, desde esta misma ventana se habló mucho del Tour de Corse, con aportaciones interesantísimas de Raymond Blancafort sobre cómo se desarrollaba este rally hace unos años. Quisiera hacer mi pequeña aportación a lo expuesto desde la óptica del Tour de Corse Historique, es decir, de un rally de regularidad pero que poco se distinguía del entonces rally del Campeonato del Mundo. Redacto este escrito de memoria, rogando indulgencia por los errores que pueda cometer, pero es que ya hace algunos años de esa aventura…
Me apunté en 2007 al rally de Córcega para vehículos históricos que, por un problema legal, no podía denominarse Tour de Corse y le llamaban ‘Trophée en Corse Historique’. Tampoco el WRC, por el mismo problema, se llamaba Tour de Corse, sino Rally de France, aunque todo el mundo seguía considerándolo el Tour de Corse. Denominación aparte, el Trophée volvía a ser el truco (a semejanza del Rallye Monte-Carlo Historique) para que los clásicos pagásemos la fiesta del WRC, que se había disputado la semana antes. No es una queja, es una constatación de un hecho para que nadie se llame a engaño. Personalmente, aunque a primera vista la inscripción pudiera parecer cara, la encontré muy aquilatada, vistas las contraprestaciones recibidas. E incluyo en ello el “pack” de asistencia, que también me pareció muy ajustado.
El coche escogido fue el Porsche 911 Carrera RS de 1973, pues, en aquel entonces, era el único de los míos que tenía Pasaporte FIA, requisito ”sine qua non” para participar. O eso o la Tarjeta FIVA, pero más vale no profundizar en el tema… Como copiloto venia María Carmen Bravo y como instrumentos de medida: un terratrip, un crono y… una “pirámide” Brantz de ilustre recuerdo. Todavía no existían los Blunik, Crisartech y demás zarandajas actuales. El rally salía de Toulon, donde fuimos por carretera después de convencer a Mª Carmen con la excusa de que pararíamos a comer en l’Oustau de Baumanière, que costó un “oeuf” y la yema del otro.
Llegamos a Toulon a media tarde, al puerto. Allí vimos ya un gran número de participantes con coches de ensueño: desde coches de rally como Lancia Fulvia, Lancia Stratos, Alpine A110, Porsches en sus distintas versiones, Mini de todo tipo, etc., hasta otros poco vistos como un Ford GT40 “road versión”, AC 427, Ferrari Testa Rossa de 1956 y otros GT modernos que iban en una categoría especial de exhibición, es decir, sin cronos. Entre los participantes debía haber algunos “famosillos”, porque había bastantes paparazzi. Más de 100 inscritos en dos categorías: la competición y la exhibición. Nosotros competición, Regularité.
Aparte de recibirnos con una copa de Champagne Laurent Perrier (patrocinador de la prueba) se nos explicó que pasaríamos las verificaciones administrativas y técnicas y que, una vez hecho esto, el vehículo quedaría en parque cerrado… en el interior del ferry. Y así fue. Embarcamos, nos dieron camarote y nos avisaron para el briefing, que ya tuvo lugar mar adentro. En el briefing nos explicaron cómo iba la prueba que, como expuso Raymond Blancafort hace días, era a tiempo impartido entre Controles Horarios y con algunas pruebas especiales de regularidad por sectores (a la portuguesa), entremedio. Ya me adelanto diciendo que, ni los tiempos impartidos ni las medias de regularidad eran asequibles, como comprobaríamos durante el rally.
En la cena que siguió a continuación, entablamos relación con la tripulación del coche que, teóricamente, iba detrás de nosotros y tenía la misma furgoneta de asistencia. También era un 911 y eso era para ayudarnos mutuamente, pues no conocíamos a nadie. Bueno, si, a Colin Francis, que iba de copi en el AC 427 pero ya se había retirado a dormir.
Llegamos a Bastia a las 7 de la mañana. El Control Horario de salida estaba en la mismísima rampa de descenso del ferry. Y, pasado el CH, a unos 100 metros, unas azafatas te daban el Road Book que, hasta aquel momento, era desconocido. Tras una serie de improperios de la copi por el trabajo que se le venía encima, enfilamos al primer CH con un tiempo impartido de 1h 47 minutos para hacer los 113 km que nos separaban del mismo. Salimos por la carretera que iba al sur, la única medianamente decente que deben tener en esa isla y pensamos que era pan comido pues podíamos ir ligeritos. A los 20 km, aproximadamente, la cosa se torció, cogimos una carreterita que empezó a subir a base de paellas (lacets, que son muy finos): recta y lacet, así hasta arriba, con un firme bacheado, estrecho, unos puentecitos de infarto, en fin, todo lo necesario para divertirse.
Esa sería ya la constante del evento. Cada vez que debíamos coger un desvío, la cosa se complicaba más y, para colmo, el trozo antes del CH estaba lleno de hojas y humedad en la calzada, con lo que el Porsche hacia unos movimientos en su trasera que más bien parecía una cabaretera que un coche de rally.
Fuimos a todo lo que pudimos y, aun así, penalizamos 4 minutos en el CH, que no era otro que aquel famoso situado en la puerta de una iglesia y fotografiado mil veces. Creo recordar que se llamaba Piedicroce o algo así. Obviamente sin poder bajar del coche, directos al segundo CH, situado en lo alto del Col de Bavella, con un TR en medio, difícil y complicado, por un camino en el que debías maniobrar para negociar cada curva, y por sectores que eran una mera referencia. Decidí que no quería cargarme el coche y me lo tomé con filosofía, siendo adelantado por algún que otro participante pero imitado por varios más, que hasta hicimos caravana. Esta vez “palmamos” casi 7 minutos.
En este CH había una neutralización de 20 minutos que dio exactamente para hacer un pipi y un café porque, eso sí, en cada CH había una carpa con café (malísimo), agua St Georges (otro patrocinador) y algún que otro trozo de embutido local para el que tuviese tiempo, que no era nuestro caso.
De ese CH al siguiente, situado en un lugar que se llamaba Ospedale, otro tramo de regularidad muy largo y casi 1h 52 minutos de tiempo impartido. La tónica de la calzada seguía siendo la misma pero, ya entrados en materia, debimos hacerlo mejor, pues nos sobraron casi 2’ para pasar el control. Tampoco nos habíamos perdido, que era la tónica habitual en el resto, que todo lo que ganaban yendo desmelenados, lo perdían con constantes extravíos. En Ospedale creímos que la cosa mejoraba pues la carretera de salida parecía más importante y buena… pero fue una vana ilusión.
Al cabo de unos 60 km nos encontramos con un “encantamiento” tipo Rally Costa Brava, que consistía en meterse por un camino hormigonado que descendía a una playa dónde, naturalmente, estaba el TR. Acabado el mismo, terminaba también la etapa, casi en la misma playa. Entonces teníamos 30 minutos para llegar a Bonifacio y una hora optativa de parque de trabajo, lo que encontré que era una buena idea y aproveché para repostar, que también era un tema difícil. Seguidamente al hotel, donde la organización se había ocupado de llevarnos las maletas, un hotel muy digno y, luego, a pasear un poco por el pueblo y cenar en una tasca de pescadores.
...sigue mañana, 18 de diciembre de 2024.