Tour de Corse 2007 (Cap. y 2), por Antonio Arderiu 



La segunda etapa era Bonifacio-Bonifacio, pasando por Porticcio, Zonza y Sartène o algo similar. Hasta Porticcio la cosa fue bastante bien. La carretera, a pesar de que era mala, discurría bordeando la costa y era espectacular, pues la tierra y el asfalto eran de un color rojizo que sorprendía, pasando, además, entre túneles y farallones de roca. El TR tampoco fue excesivamente complicado y sin cruces, así que llegamos a Porticcio en tiempo y nos sobraron unos 2 minutos aproximadamente. Bajando a Porticcio nos adelantó un Lancia Fulvia HF y, escasos metros más adelante, vimos que se metía en un camino en medio de una “fumata” blanca, momento en el que nuestro Porsche tuvo a bien marcarse un soberano y sorpresivo trompo, ya que el del Lancia había tirado todo el aceite en la calzada. Afortunadamente sin consecuencias otras que los alaridos de la copi, que se debieron escuchar en la Catedral de Burgos, porque el coche es noble y gira sobre su propio eje.

Pasado Porticcio la cosa ya se complicó. Giramos hacia la derecha enfilando hacía las montañas, por unas carreteritas que hasta sarcástico era llamarlas así. A los pocos km, al Ferrari TestaRossa de 1956 ya lo ponían en un remolque. Y suerte tuvo porque la ruta era un camino de cabras con un símil asfalto, retorcida, bacheada, incluso pasabas por un puente que tenía un agujero en medio, con subidas llenas de curvas en las que debías poner primera, con una vegetación tupida que desprendía sobre la calzada hojarasca y mucha pinaza. Llegamos a Zonza con un retraso acumulado de 4 minutos sobre el tiempo impartido, pero allí teníamos una neutralización de 20 minutos, por los que nos quedaron 15 aprox. El CH estaba en un bosquecillo a la entrada del pueblo y, como sobraba un escaso tiempo, aprovechamos para atender a la llamada de la naturaleza en un bosquecillo al otro lado de la carretera. Y estando en esos menesteres, se escuchó como la carga del Séptimo de Caballería y aparecieron entre los matorrales, a todo trapo, una piara de jabalíes de respetable tamaño, que cruzaron la carretera (por llamarla de alguna manera) y provocaron el trompo de un NSU TT 1200 que iba un poco detrás de nosotros. Esta vez, hasta el Papa escucho los alaridos de la copi. Afortunadamente, en este sector no hubo TR ya que creo que con intentar cumplir el tiempo era bastante.

De Zonza a Sartène la carretera mejoró algo y hubo un TR largo en una zona boscosa y, casi todo, en bajada. El camino estaba en obras pero la organización había ajustado el tiempo impartido, bonificando 7 minutos. Llegamos al CH de Sartène, que estaba en los “environs” y no en el pueblo, en tiempo y nos sobraron 5 minutos aproximadamente, pudiendo comer algo en la carpa del control, pues hasta entonces, ná de ná.

Y de Sartène, el último sector del día nos llevaba a Porto-Vecchio, donde estaba previsto el parque de trabajo para, seguidamente, ir neutralizados por carretera general (no se crean, era como Estenalles) hasta Bonifacio. Este sector, el de Sartène a Porto-Vecchio y llegar al final de la TR era un continuo subir y bajar Cols y recuerdo, como más curioso, el de A Vacca Morta, donde se hallaba el final del TR. Pudimos ir un poco más relajados y admirar el paisaje que, eso sí, era espectacular. Y llegamos en tiempo al CH situado a la entrada del puerto y donde se acababa la etapa del día. Una hora de parque de trabajo que sirvió para repostar y luego avanzar neutralizados hasta Bonifacio.

Esto de la neutralización yo creo que fue un “encantamiento” de la organización pues nos llevaron a un sitio idílico, una playa entre bosques, donde, con una copa de champagne, nos hicieron admirar el anochecer. Fue un detallito después del duro día. A continuación seguimos hasta Bonifacio, a cenar por el muelle y a dormir que bien ganado estaba.

El ultimo día, la etapa era entre Bonifacio y Bastia y debía acabar, sin parque de trabajo, a las 19 horas para embarcar en el ferry a Toulon. Salimos de Bonifacio hasta Porto-Vecchio otra vez, sector sin grandes complicaciones y con tiempo bastante asequible. El día, hasta entonces, era bastante caluroso y soleado y las damas, las que no llevaban mono elegante, lucían modelitos de verano. De Porto-Vecchio debíamos dirigirnos a Pont du Vecchio que, por el nombre, imaginábamos que estaba cerca. Pues no, ¡¡estaba en la quinta porra!! 2 horas y 5’ de tiempo impartido para hacer 127 km con un TR en medio que nos hacía pasar por un sitio que se llama Croce. A toda castaña, porque ya suponíamos que no sería fácil. Y con un tiempo que se iba complicando a marchas forzadas, ya que empezaba a hacer frío y el sol había desaparecido.

Acabado el TR, y cuando nos dirigíamos al famoso Ponte empezó a llover. Al poco, mientras empezaba la ascensión, me pareció que no era lluvia sino nieve y se lo dije a la copiloto, que me soltó unos comentarios impertinentes sobre mi salud mental, recordándome que era el 14 de octubre. Bueno, pues cuando faltaban unos 20 km para el CH, la organización nos hizo parar en un restaurante sobre un acantilado y nos informó que en el Ponte estaba nevando a todo trapo y la carretera estaba cerrada. Hacía un frío morrocotudo y veías a todas las damas sin bajar del coche y tapándose con lo que tuvieran a mano. En consecuencia, nos daban una neutralización de una hora para comer y nos enviaban a Bastia por otra ruta.

Afortunadamente, al salir ya no llovía y pudimos admirar el paisaje sobre la costa, que valía la pena, mientras comíamos un improvisado y frugal refrigerio, gentileza de la organización.

Cuando salimos del restaurante, nos dieron un nuevo Road-Book con la nueva ruta. ¡¡Chapeau por esa labor!! Esta ruta nos llevaba a Bastia, pero no por una carretera corriente, sino por otra enrevesada y resbaladiza que volvía a pasar por Ospedale. En este trozo, en el que además volvía a llover con mucha intensidad, vimos varios piños importantes y, como eran otros tiempos, nos dedicamos a socorrer a alguno. El gato de mi Porsche todavía debe estar en la cajuela de un hermano suyo suizo, que lo necesitó después de darse un boinazo contra el pretil de un puente. Cuando fichamos en Ospedale, en tiempo, nos recomendaron prudencia porque nos indicaron que el agua había provocado inundaciones en la costa cerca de Bastia.

Y así era. La carretera estaba totalmente cubierta de agua y empezamos a ver competidores aparcados en la cuneta, esta vez por haber sido excesivamente impetuosos y mojar la parte eléctrica. Nosotros mismos, ya en la entrada de Bastia, donde parecía que ya no llovía, en una rotonda nos marcamos un soberano trompo para deleite de los transeúntes que allí estaban.

Una vez en Bastia, fichar en el CH y esperar en régimen de “parc fermé” para embarcar. Nos tuvieron una hora más de lo previsto por el estado del mar, hora en la que pude hacer alguna que otra foto. Cuando embarcamos, hubo a bordo el reparto de premios mientras el ferry zarpaba. No logro encontrar la clasificación pero creo recordar que, de los de “regularité” venció Stéphane Giraudet, en un Porsche 911R, seguido de un melenas cuyo nombre no recuerdo y que los asistentes decían que era la pareja de Tina Turner, con un Alpine 1800 del team Kessler, y luego unos suizos en un Mini Cooper muy afinado. El AC de Colin Francis quedó por detrás de nosotros, que fuimos los once. En la Coupe des Dames vencieron unas holandesas que conducían un Alpine 1600 S, seguidas de unas británicas en un Lotus 7 “pata negra”, que acumularon agua y más agua.

Y este es mi personal recuerdo de Córcega, a la que me gustaría volver, tanto en plan rally como en plan motorista porque, lo poco que pude ver, me gustó mucho y, en el rally, disfruté de lo lindo.

© Antonio Arderiu Freixa
Escaldes Engordany, 19 de noviembre 2024
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