Tour de Corse 2007 (artículo entero), por Antonio Arderiu 



Hace unos días, desde esta misma ventana se ha trató mucho el Tour de Corse, con aportaciones interesantísimas de Raymond Blancafort sobre cómo se desarrollaba este rally hace unos años. Quisiera hacer mi pequeña aportación a lo expuesto desde la óptica del Tour de Corse Historique, es decir, de un rally de regularidad pero que poco se distinguía del entonces rally del Campeonato del Mundo. Redacto este escrito de memoria, rogando indulgencia por los errores que pueda cometer, pero es que ya hace algunos años de esa aventura…

Me apunté en 2007 al rally de Córcega para vehículos históricos que, por un problema legal, no podía denominarse Tour de Corse y le llamaban ‘Trophée en Corse Historique’. Tampoco el WRC, por el mismo problema, se llamaba Tour de Corse, sino Rally de France, aunque todo el mundo seguía considerándolo el Tour de Corse. Denominación aparte, el Trophée volvía a ser el truco (a semejanza del Rallye Monte-Carlo Historique) para que los clásicos pagásemos la fiesta del WRC, que se había disputado la semana antes. No es una queja, es una constatación de un hecho para que nadie se llame a engaño. Personalmente, aunque a primera vista la inscripción pudiera parecer cara, la encontré muy aquilatada, vistas las contraprestaciones recibidas. E incluyo en ello el “pack” de asistencia, que también me pareció muy ajustado.

El coche escogido fue el Porsche 911 Carrera RS de 1973, pues, en aquel entonces, era el único de los míos que tenía Pasaporte FIA, requisito ”sine qua non” para participar. O eso o la Tarjeta FIVA, pero más vale no profundizar en el tema… Como copiloto venia María Carmen Bravo y como instrumentos de medida: un terratrip, un crono y… una “pirámide” Brantz de ilustre recuerdo. Todavía no existían los Blunik, Crisartech y demás zarandajas actuales. El rally salía de Toulon, donde fuimos por carretera después de convencer a Mª Carmen con la excusa de que pararíamos a comer en l’Oustau de Baumanière, que costó un “oeuf” y la yema del otro.

Llegamos a Toulon a media tarde, al puerto. Allí vimos ya un gran número de participantes con coches de ensueño: desde coches de rally como Lancia Fulvia, Lancia Stratos, Alpine A110, Porsches en sus distintas versiones, Mini de todo tipo, etc., hasta otros poco vistos como un Ford GT40 “road versión”, AC 427, Ferrari Testa Rossa de 1956 y otros GT modernos que iban en una categoría especial de exhibición, es decir, sin cronos. Entre los participantes debía haber algunos “famosillos”, porque había bastantes paparazzi. Más de 100 inscritos en dos categorías: la competición y la exhibición. Nosotros competición, Regularité.

Aparte de recibirnos con una copa de Champagne Laurent Perrier (patrocinador de la prueba) se nos explicó que pasaríamos las verificaciones administrativas y técnicas y que, una vez hecho esto, el vehículo quedaría en parque cerrado… en el interior del ferry. Y así fue. Embarcamos, nos dieron camarote y nos avisaron para el briefing, que ya tuvo lugar mar adentro. En el briefing nos explicaron cómo iba la prueba que, como expuso Raymond Blancafort hace días, era a tiempo impartido entre Controles Horarios y con algunas pruebas especiales de regularidad por sectores (a la portuguesa), entremedio. Ya me adelanto diciendo que, ni los tiempos  impartidos ni las medias de regularidad eran asequibles, como comprobaríamos durante el rally.

En la cena que siguió a continuación, entablamos relación con la tripulación del coche que, teóricamente, iba detrás de nosotros y tenía la misma furgoneta de asistencia. También era un 911 y eso era para ayudarnos mutuamente, pues no conocíamos a nadie. Bueno, si, a Colin Francis, que iba de copi en el AC 427 pero ya se había retirado a dormir.

Llegamos a Bastia a las 7 de la mañana. El Control Horario de salida estaba en la mismísima rampa de descenso del ferry. Y, pasado el CH, a unos 100 metros, unas azafatas te daban el Road Book que, hasta aquel momento, era desconocido. Tras una serie de improperios de la copi por el trabajo que se le venía encima, enfilamos al primer CH con un tiempo impartido de 1h 47 minutos para hacer los 113 km que nos separaban del mismo. Salimos por la carretera que iba al sur, la única medianamente decente que deben tener en esa isla y pensamos que era pan comido pues podíamos ir ligeritos. A los 20 km, aproximadamente, la cosa se torció, cogimos una carreterita que empezó a subir a base de paellas (lacets, que son muy finos): recta y lacet, así hasta arriba, con un firme bacheado, estrecho, unos puentecitos de infarto, en fin, todo lo necesario para divertirse.

Esa sería ya la constante del evento. Cada vez que debíamos coger un desvío, la cosa se complicaba más y, para colmo, el trozo antes del CH estaba lleno de hojas y humedad en la calzada, con lo que el Porsche hacia unos movimientos en su trasera que más bien parecía una cabaretera que un coche de rally.

Fuimos a todo lo que pudimos y, aun así, penalizamos 4 minutos en el CH, que no era otro que aquel famoso situado en la puerta de una iglesia y fotografiado mil veces. Creo recordar que se llamaba Piedicroce o algo así. Obviamente sin poder bajar del coche, directos al segundo CH, situado en lo alto del Col de Bavella, con un TR en medio, difícil y complicado, por un camino en el que debías maniobrar para negociar cada curva, y por sectores que eran una mera referencia. Decidí que no quería cargarme el coche y me lo tomé con filosofía, siendo adelantado por algún que otro participante pero imitado por varios más, que hasta hicimos caravana. Esta vez “palmamos” casi 7 minutos.

En este CH había una neutralización de 20 minutos que dio exactamente para hacer un pipi y un café porque, eso sí, en cada CH había una carpa con café (malísimo), agua St Georges (otro patrocinador) y algún que otro trozo de embutido local para el que tuviese tiempo, que no era nuestro caso.

De ese CH al siguiente, situado en un lugar que se llamaba Ospedale, otro tramo de regularidad  muy largo y casi 1h 52 minutos de tiempo impartido. La tónica de la calzada seguía siendo la misma pero, ya entrados en materia, debimos hacerlo mejor, pues nos sobraron casi 2’ para pasar el control. Tampoco nos habíamos perdido, que era la tónica habitual en el resto, que todo lo que ganaban yendo desmelenados, lo perdían con constantes extravíos. En Ospedale creímos que la cosa mejoraba pues la carretera de salida parecía más importante y buena… pero fue una vana ilusión.

Al cabo de unos 60 km nos encontramos con un “encantamiento” tipo Rally Costa Brava, que consistía en meterse por un camino hormigonado que descendía a una playa dónde, naturalmente, estaba el TR. Acabado el mismo, terminaba también la etapa, casi en la misma playa. Entonces teníamos 30 minutos para llegar a Bonifacio y una hora optativa de parque de trabajo, lo que encontré que era una buena idea y aproveché para repostar, que también era un tema difícil. Seguidamente al hotel, donde la organización se había ocupado de llevarnos las maletas, un hotel muy digno y, luego, a pasear un poco por el pueblo y cenar en una tasca de pescadores.

La segunda etapa era Bonifacio-Bonifacio, pasando por Porticcio, Zonza y Sartène o algo similar. Hasta Porticcio la cosa fue bastante bien. La carretera, a pesar de que era mala, discurría bordeando la costa y era espectacular, pues la tierra y el asfalto eran de un color rojizo que sorprendía, pasando, además, entre túneles y farallones de roca. El TR tampoco fue excesivamente complicado y sin cruces, así que llegamos a Porticcio en tiempo y nos sobraron unos 2 minutos aproximadamente. Bajando a Porticcio nos adelantó un Lancia Fulvia HF y, escasos metros más adelante, vimos que se metía en un camino en medio de una “fumata” blanca, momento en el que nuestro Porsche tuvo a bien marcarse un soberano y sorpresivo trompo, ya que el del Lancia había tirado todo el aceite en la calzada. Afortunadamente sin consecuencias otras que los alaridos de la copi, que se debieron escuchar en la Catedral de Burgos, porque el coche es noble y gira sobre su propio eje.

Pasado Porticcio la cosa ya se complicó. Giramos hacia la derecha enfilando hacía las montañas, por unas carreteritas que hasta sarcástico era llamarlas así. A los pocos km, al Ferrari TestaRossa de 1956 ya lo ponían en un remolque. Y suerte tuvo porque la ruta era un camino de cabras con un símil asfalto, retorcida, bacheada, incluso pasabas por un puente que tenía un agujero en medio, con subidas llenas de curvas en las que debías poner primera, con una vegetación tupida que desprendía sobre la calzada hojarasca y mucha pinaza. Llegamos a Zonza con un retraso acumulado de 4 minutos sobre el tiempo impartido, pero allí teníamos una neutralización de 20 minutos, por los que nos quedaron 15 aprox. El CH estaba en un bosquecillo a la entrada del pueblo y, como sobraba un escaso tiempo, aprovechamos para atender a la llamada de la naturaleza en un bosquecillo al otro lado de la carretera. Y estando en esos menesteres, se escuchó como la carga del Séptimo de Caballería y aparecieron entre los matorrales, a todo trapo, una piara de jabalíes de respetable tamaño, que cruzaron la carretera (por llamarla de alguna manera) y provocaron el trompo de un NSU TT 1200 que iba un poco detrás de nosotros. Esta vez, hasta el Papa escucho los alaridos de la copi. Afortunadamente, en este sector no hubo TR ya que creo que con intentar cumplir el tiempo era bastante.

De Zonza a Sartène la carretera mejoró algo y hubo un TR largo en una zona boscosa y, casi todo, en bajada. El camino estaba en obras pero la organización había ajustado el tiempo impartido, bonificando 7 minutos. Llegamos al CH de Sartène, que estaba en los “environs” y no en el pueblo, en tiempo y nos sobraron 5 minutos aproximadamente, pudiendo comer algo en la carpa del control, pues hasta entonces, ná de ná.

Y de Sartène, el último sector del día nos llevaba a Porto-Vecchio, donde estaba previsto el parque de trabajo para, seguidamente, ir neutralizados por carretera general (no se crean, era como Estenalles) hasta Bonifacio. Este sector, el de Sartène a Porto-Vecchio y llegar al final de la TR era un continuo subir y bajar Cols y recuerdo, como más curioso, el de A Vacca Morta, donde se hallaba el final del TR. Pudimos ir un poco más relajados y admirar el paisaje que, eso sí, era espectacular. Y llegamos en tiempo al CH situado a la entrada del puerto y donde se acababa la etapa del día. Una hora de parque de trabajo que sirvió para repostar y luego avanzar neutralizados hasta Bonifacio.

Esto de la neutralización yo creo que fue un “encantamiento” de la organización pues nos llevaron a un sitio idílico, una playa entre bosques, donde, con una copa de champagne, nos hicieron admirar el anochecer. Fue un detallito después del duro día. A continuación seguimos hasta Bonifacio, a cenar por el muelle y a dormir que bien ganado estaba.

El ultimo día, la etapa era entre Bonifacio y Bastia y debía acabar, sin parque de trabajo, a las 19 horas para embarcar en el ferry a Toulon. Salimos de Bonifacio hasta Porto-Vecchio otra vez, sector sin grandes complicaciones y con tiempo bastante asequible. El día, hasta entonces, era bastante caluroso y soleado y las damas, las que no llevaban mono elegante, lucían modelitos de verano. De Porto-Vecchio debíamos dirigirnos a Pont du Vecchio que, por el nombre, imaginábamos que estaba cerca. Pues no, ¡¡estaba en la quinta porra!! 2 horas y 5’ de tiempo impartido para hacer 127 km con un TR en medio que nos hacía pasar por un sitio que se llama Croce. A toda castaña, porque ya suponíamos que no sería fácil. Y con un tiempo que se iba complicando a marchas forzadas, ya que empezaba a hacer frío y el sol había desaparecido.

Acabado el TR, y cuando nos dirigíamos al famoso Ponte empezó a llover. Al poco, mientras empezaba la ascensión, me pareció que no era lluvia sino nieve y se lo dije a la copiloto, que me soltó unos comentarios impertinentes sobre mi salud mental, recordándome que era el 14 de octubre. Bueno, pues cuando faltaban unos 20 km para el CH, la organización nos hizo parar en un restaurante sobre un acantilado y nos informó que en el Ponte estaba nevando a todo trapo y la carretera estaba cerrada. Hacía un frío morrocotudo y veías a todas las damas sin bajar del coche y tapándose con lo que tuvieran a mano. En consecuencia, nos daban una neutralización de una hora para comer y nos enviaban a Bastia por otra ruta.

Afortunadamente, al salir ya no llovía y pudimos admirar el paisaje sobre la costa, que valía la pena, mientras comíamos un improvisado y frugal refrigerio, gentileza de la organización.

Cuando salimos del restaurante, nos dieron un nuevo Road-Book con la nueva ruta. ¡¡Chapeau por esa labor!! Esta ruta nos llevaba a Bastia, pero no por una carretera corriente, sino por otra enrevesada y resbaladiza que volvía a pasar por Ospedale. En este trozo, en el que además volvía a llover con mucha intensidad, vimos varios piños importantes y, como eran otros tiempos, nos dedicamos a socorrer a alguno. El gato de mi Porsche todavía debe estar en la cajuela de un hermano suyo suizo, que lo necesitó después de darse un boinazo contra el pretil de un puente. Cuando fichamos en Ospedale, en tiempo, nos recomendaron prudencia porque nos indicaron que el agua había provocado inundaciones en la costa cerca de Bastia.

Y así era. La carretera estaba totalmente cubierta de agua y empezamos a ver competidores aparcados en la cuneta, esta vez por haber sido excesivamente impetuosos y mojar la parte eléctrica. Nosotros mismos, ya en la entrada de Bastia, donde parecía que ya no llovía, en una rotonda nos marcamos un soberano trompo para deleite de los transeúntes que allí estaban.

Una vez en Bastia, fichar en el CH y esperar en régimen de “parc fermé” para embarcar. Nos tuvieron una hora más de lo previsto por el estado del mar, hora en la que pude hacer alguna que otra foto. Cuando embarcamos, hubo a bordo el reparto de premios mientras el ferry zarpaba. No logro encontrar la clasificación pero creo recordar que, de los de “regularité” venció Stéphane Giraudet, en un Porsche 911R, seguido de un melenas cuyo nombre no recuerdo y que los asistentes decían que era la pareja de Tina Turner, con un Alpine 1800 del team Kessler, y luego unos suizos en un Mini Cooper muy afinado. El AC de Colin Francis quedó por detrás de nosotros, que fuimos los once. En la Coupe des Dames vencieron unas holandesas que conducían un Alpine 1600 S, seguidas de unas británicas en un Lotus 7 “pata negra”, que acumularon agua y más agua.

Y este es mi personal recuerdo de Córcega, a la que me gustaría volver, tanto en plan rally como en plan motorista porque, lo poco que pude ver, me gustó mucho y, en el rally, disfruté de lo lindo.

© Antonio Arderiu Freixa
Escaldes Engordany, 19 de noviembre 2024
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