La vida: Un rally de emociones 



Por César Muntada y Roura.
Director de Diseño de Luces de Audi.

Nacido en Barcelona en octubre de 1967.

“¿Debía de ser hacia el inicio de los 60?”... Mi padre, Eduard Muntada, no consigue –a sus 86 años de edad– poner una fecha concreta en el momento en que conoció a Agustí Boix: “No me acuerdo –dice–, pero fue a raíz de las carreras de karts. Tus tíos, Ramon y Joan Roura, yo mismo y unos cuántos más, teníamos un equipo llamado “Pavos Reales” y corríamos por todas partes”.

Y, está claro, las fotos de época que he ido encontrando, así lo acreditan. Aquellos karts llevaban motor Montesa y parece ser que corrían de lo lindo. Además de las fotos, hay constancia en el magnífico libro “40 años de Historia del Automovilismo en el circuito de Montjuich”. Al 1963, a las carreras del “Salón del Turismo y Deporte”, Agustí acabó tercero en 100cc, y mi padre fue 6.º en 125cc, justo detrás de Jaume Camós ¬–de Palamós, como Agustí– mientras que Joan Roura, mi tío, parece que hizo la carrera más espectacular de todas pero la mecánica le acabó haciendo un mal pase… También corrían los hermanos Traver, que como Agustí eran pilotos de Artés, y parece que todos acabaron entrenándose bastante bien. De aquella época nacerían amistades.

Pasado un tiempo, mi padre tuvo la tentación de los rallys. Así que hacia el final de los 60 se compró un Mini de color verde inglés con techo negro, y lo llevó al garaje Movi, de Barcelona, para hacer la preparación adecuada. Este Mini llevaba lo “Cooper Stage III Conversion”, de Movi, que era la última variante ganadora del Rallye Monte-Carlo. Mi padre siempre ha puesto mucha atención a los detalles y el Mini era la prueba. Por ejemplo: El cuadro de instrumentos lo hicieron poniéndolo todo en el sitio donde él lo veía mejor. Todos los fusibles eran a vista y el “mapa de fusibles y circuito eléctrico“ estaba en las viseras parasoles interiores. A la llave de contacto se le soldó una extensión para poder girarla también con el cinturón atado. Dos bocinas, una al volante y otra a los pies del copiloto. Luces de lectura de notas. Dos bombas de gasolina. Protección con muelle para evitar poner la marcha atrás. Freno de mano invertido, para girar mejor en las curvas de 180°. Llantas Dunlop con homologación especial. 105 CV, 70 km/h en 1.ª y 105 km/h en 2.ª, etc. etc.

El Mini era espectacular, y a pesar de que yo era pequeño me acuerdo de la cara que hacía la gente cuando íbamos por Barcelona. Pero lo que me ha quedado más marcado era su sonido. Resulta que mis padres compraron un apartamento muy pequeño al Canadell, en Calella. Entonces el pueblo era muy pequeño y había muy poco construido... Por las noches de invierno, yo oía el sonido de aquel Mini cuando mi padre venía por la recta final desde Palafrugell hacia Calella. A pesar de que el Mini era una joya, mi padre corrió solo un par de años y de manera esporádica. Él era arquitecto y el Mini el coche para el trabajo y también para la familia: hacía falta no asustar los clientes y de vez en cuando llevar los niños a la escuela… Y mientras mi padre se lo miraba todo desde algo más lejos, Agustí Boix ya estaba en el mundo de los rallys tal y como vosotros sabéis bastante bien. Y es que de toda aquella pandilla de los karts de Montjuic, el más dotado para la conducción era Agustí Boix, que tenía una extraordinaria facilidad natural.

Con el paso de los años, los padres se fueron viendo con Agustí, unas veces más a menudo y otras veces menos, dependiendo de cuántas volteretas iba dando la vida. Entre una cosa y la otra, yo también había cogido aquella pasión por el automóvil. De pequeño mi padre nos llevaba a Montjuic a ver la Fórmula 1 y en el aparcamiento de casa, en la pared de delante de donde teníamos aparcado nuestro coche, poníamos fotos y pósteres de los Lotos 72 de Fittipaldi y de los Tyrrell de Stewart y Cevert. Además, cuando tenía unos 13 años mi padre se puso en contacto con quién había puesto a punto los karts de su época, compró uno muy antiguo con motor Montesa y me lo dejó probar en el circuito de karting de L'Escala, que entonces hacía poco tiempo que lo habían abierto y que estaba cerca de donde veraneábamos. 

Aquel circuito de karts de L'Escala era del “Pravi” (Josep Marcó) y podíamos “alquilar tiempo” en invierno para hacer entrenamientos. La experiencia fue estratosférica y desde entonces los coches entraron a formar parte de mi vida. Entre una cosa y la otra, mi tío se compró uno de los primeros Audi Quattro (un coche plateado, espectacular). Sentir y ver aquel coche me impresionó de verdad, y entonces los pósteres del garaje ya no eran de la Fórmula 1, sino de los Audi Quattro de la Mouton, Mikkola, Blomqvist…

El año siguiente, mis padres compraron un kart más moderno, de competición, con todo tipo de recambios, pero de tercera mano, está claro... La idea era que mi hermana y yo hiciéramos el campeonato catalán de karting, corriendo alternadamente la mitad del campeonato cada uno. Aquello era fenomenal, y en la categoría de 100cc había gente de todas las edades. Así que, con 14 años, nos “peleábamos” con gente de 35… ¡Una buena escuela, todo ello! Diremos que el hecho de no conseguir ningún resultado especial era probablemente debido a un material envejecido y unos neumáticos de composición extra dura, para que duraran toda la temporada.

Pero probablemente mis calidades de piloto no despuntaban. Sea como fuere, precisamente esto fue mi suerte, porque entonces decidí que en vez de piloto, quería ser diseñador de automóviles. Y, mira por dónde, esto nos vuelve a llevar con Agustí Boix. Mi padre –con toda la razón del mundo– dijo que para ser diseñador de automóviles había que saber de automóviles. Así que llamó a Agustí (que en los años 80 tenía un concesionario y taller Citroën en Palamós) para ver si podía aprender mecánica con él durante el verano. Agustí dijo que sí, y en aquellas semanas me quedé a vivir en casa de sus padres. Recuerdo aquel periodo como de mucho bochorno pero también de acelerado aprendizaje.

En el garaje yo solo hacía de aprendiz, está claro. ¡Y afortunadamente no recuerdo haber estropeado nada! De lo que sí me acuerdo es de cuando Agustí me dijo que iríamos a probar su CX de competición. Él corría todavía rallys (como Jaume Camós) en una categoría sobre tierra donde parece ser que se podían modificar de lo lindo los coches. El Citroën CX GTi de Agustí tenía dos motores (uno delante y el otro detrás). Fuimos al camino de arena que se adentraba hacia un bosque y allá Agustí lo hizo ir un par de veces arriba y abajo. Un coche rápido, de trayectoria segura. Me parece que Agustí había bloqueado ligeramente las suspensiones hidráulicas para hacerlas más estables, a pesar de que esto se le tendría que preguntar directamente a él.

Para mí aquel verano fue muy especial, tanto Agustí Boix como Jaume Camós explicaban un montón de historias de sus “vehículos especiales“ (ahora que pienso, a uno le llamaba “el armario espejo”). Fascinado por los automóviles y con la cabeza llena de imágenes de momentos donde el coche era el perfecto guionista de la historia, con 18 años de edad me fui de Cataluña para ir a estudiar primero Diseño de Vehículos en el Instituto de Diseño de Módena, Italia, durante 2 años; en la Universidad de Coventry, Inglaterra, 4 años más; después hice un máster en el Royal College of Artes de Londres, Inglaterra, durante 2 años; y después pasé a trabajar como diseñador: Diseño Avanzado de Peugeot-Citroën de París (4 años); Diseño Avanzado de Honda en Frankfurt (4 años); responsable de un equipo de Diseño en Volkswagen-Wolfsburg, Alemania (4 años); y finalmente responsable del Equipo de Diseño de los modelos A4/A5/A6/A7 en Audi de Ingolstadt, Alemania (del 2007 al 2010).

Y desde el 2010 hasta día de hoy, es decir en 2023, soy director de Diseño de Luces y llantas de Audi, en Ingolstadt. Por cierto: durante todos mis estudios y una gran parte de mi etapa inicial como diseñador profesional tuve sobre la mesa de trabajo una foto de Agustí corriendo un rally con su Citroën CX GTi. Y ahora que nosotros, la familia, volvemos a pasar los veranos en Calella de Palafrugell, y que los niños han aprendido a correr con kart en el karting de Regencós (por cierto, ¡Un lugar FANTÁSTICO para pasarlo a las mil maravillas!), parece que el círculo de emociones y vivencias se haya acabado cerrando.

Sé que la vida es como un rally: Aceleraciones, frenazos, curvas de 180° y algun que otro

batacazo. Pero cada rally tiene sus etapas especiales. Conocer a Agustí Boix fue una.

Afortunadamente, un “paseo” por internet me llevó hace no mucho a encontrar un artículo de JAS donde se hablaba de Agustí Boix. Un par de e-mails y llamadas más tarde, he conseguido retomar el contacto con él. Ahora espero poderlo reencontrar un verano en Palamós. De este rally disfrutaremos seguro.

César Muntada Roura

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