Por Antonio Arderiu.
Corría el mes de octubre de 1992 en que, a instancias de D. Luis Cascante, a la sazón Presidente de la FEVA, asistí a mi primera reunión en la Federación Internacional de Vehículos Antiguos, la FIVA. Como no tenía demasiada información de lo que debía hacer, me apunté a la ‘Events Comission’ y, es allí, donde escuché hablar, por primera vez, de rallys de regularidad competitivos para vehículos clásicos. Posteriormente, cuando las circunstancias familiares lo permitieron, dediqué más tiempo al tema y fui designado ‘Steward’ de la FIVA, interviniendo como tal en rallys y diversas manifestaciones por todo el mundo.
A partir de entonces, bien como piloto, “navigator”, Steward u organizador, he hecho rallys en muchas ocasiones y en sitios tan dispares como Chipre, Madeira, Japón, Bélgica, Francia, Mónaco, Italia, Grecia, Rumanía, Marruecos, Suiza, Alemania, Holanda, Inglaterra, San Marino, Hungría y me falta América y Australia, pero pienso solventarlo en breve, si puedo.
Buena parte de mi tiempo actual la dedico a hacer de consultor y diseñar y/o organizar rallys para organizaciones de diversos países (ninguna de España, donde soy considerado algo así como un retrasado) y me lo paso bastante bien con ello, consiguiendo, por ejemplo, que el L2L del año pasado hiciera una etapa en Andorra como deferencia hacia ese humilde servidor. He hecho grandes amigos en este mundillo, con especial recuerdo para Colin Francis, George Ioannides y Tony Davies, quienes me introdujeron técnicamente en el, y Georges Ladopoulos que confió en mi para hacer un equipo multinacional para hacer el Monte-Carlo, aparte de otros muchos que ni es la finalidad de este escrito, ni la longitud sería la adecuada.
Si hago esta larga introducción no es para darme autobombo, que me importa un pimiento, sino para fundamentar en la medida de lo posible lo que pretendo exponer en este escrito. Aclaro desde el principio que me referiré exclusivamente a regularidad para clásicos, dejando aparte la velocidad ya que, en este tema, hay muchos que opinaran con mas ciencia que yo.
Seamos honestos: los rallys de clásicos, en la forma que se entiende en la mayor parte del mundo mundial, los introdujo en España, Luis Rodríguez (Escudería Oiz) con su Rally de Bilbao. Existían algunas pruebas, como la Volta a Cataluña, el Rally Barcelona u otras, pero eran una versión “light”, mucho más light que lo que se hace ahora, que sigue siendo ”light”. Luis montaba un rally que duraba varios días, difícil, con incursiones en Francia, tramos en carreteras donde casi no cabía el coche y debías poner primera para negociar curvas, con pruebas en circuito, con necesidad de asistencias para los que querían ganar (obviamente, yo iba de paseo) sin road book sino únicamente con itinerario, de navegación complicada y controles apretados. Merced a que es un tío espabilado, la mayor participación era extranjera, británica en su mayor parte, destacando, los años que yo participé, a Debbie Edwards, siempre copilotada por Colin Francis O.B.E., con unos Jaguar E-Type muy bien preparados y tan espectaculares como sus minifaldas a ras de césped.
Estas primeras ediciones del Rally de Bilbao atrajeron el interés de aficionados españoles que asistieron a las mismas, y que vieron un tipo de actividad que no se hacia intramuros. Entre esos un grupo de Cataluña, con Andreu Miró ( e.p.d.), Josep Maria Companys, Cristian Marín, Jordi Cueto, Jordi Solsona, Jaume Comellas, Gabriel Milián, etc.; y otro grupo, aún más numeroso, de pilotos de Madrid que, principalmente, hacían pruebas de circuito con vehículos clásicos. Estos dos grupos, junto con los vascos, crearon el embrión en sus respectivos territorios de esa forma de vivir los clásicos. Ello, junto a la participación federativa de varios de sus miembros, propició la eclosión rápida de esos rallys pero traducida a la idiosincrasia española, es decir, cómodos (un día o dos a lo sumo), fáciles, con rutas conocidas y buenas, con road book detallado para no complicar la navegación, con un sistema de regularidad sencillo y, sobre todo, baratos, es decir, una versión “light” del concepto internacional de rally de regularidad para vehículos clásicos.
Casi todos los clubs se atrevieron con la idea y empezaron a salir rallys de regularidad por todas partes. En Cataluña se creó una especie de Challenge, cuyo alma mater era Pep Requena, que contaba con la participación de los verdaderos amantes de los clásicos. Y así veías Porsches, Alfa Romeos, Ford, Lancia, y demás vehículos de colección en la lista de inscritos, coches que salían a tomar el aire y proporcionaban unos momentos de diversión a sus tripulaciones. Y, en Madrid, nació el TRECE, de la cabeza de Manuel González, Jaime Queralt Lortzing y otros, que, para mi, con todo respeto a las otras, fue la mejor realización, destacando su Rally de Entresierras que era de lo más divertido. También surgieron iniciativas similares en Andalucía, donde destacaba el Rally de Málaga, y en la Comunidad Valenciana, donde, personalmente, considero que se ha hecho el mejor rally de este tipo (de un día) que se ha realizado en España: el Costa de Azahar Classic, obra personal de Fernando Basco.
La FEVA (Federación Española de Vehículos Antiguos) vio en este tipo de manifestaciones un renglón en el que justificar su actividad, incrementar sus magros ingresos con los seguros obligatorios y tener materia que le diera “vidilla“. Se establecieron una serie de criterios que, la verdad, no tenían otro objeto que satisfacer las necesidades prácticas de sus directivos que eran, a la vez, participantes asiduos. Y se cometieron errores de bulto, que algunos advertimos y nos llevó a ser condenados al ostracismo. Entre ellos tres de graves, gravísimos a mi modo de ver: uno, el no establecimiento de un calendario oficial; dos, la negativa a extender un carnet de federado o similar y, sobre todo, tres: equiparar, a efectos normativos, los rallys de regularidad a una agrupación de bailes regionales o excursiones ciclo turísticas, negando de facto, el carácter competitivo de los mismos.
¿Qué pasó? Pues que empezaron a degenerar. Las listas de inscripciones vieron como empezaban a desaparecer Porsches, Alfas, Lancias, Lotus y demás y se llenaban de clásicos populares disfrazados de carreras, atraídos, no por el placer de conducir un vehículo singular, sino por el de hacer ver que hacen carreras. Contribuyó a ello el sistema de regularidad elegido, el dar mas importancia a los puntos que a los vehículos participantes, la poca imaginación en la elección de los itinerarios y concepción del rally y la permisividad ad libitum de cualquier alarde de tecnología del siglo XXI montado en coches del siglo XX.
Y en esta decadencia aparece la RFEdA y le “roba la cartera“ a la FEVA, organizando la Regularidad y la Regularidad Sport. Nace así un tipo de regularidad que se hace más atractiva para quienes tienen un coche apto para rallys, por la media más elevada y, sobre todo, por la carretera cerrada. Se conservan, a mi modo de ver, vicios de los rallys FEVA pero se compensan con las novedades. Son más caros, pero muchos de los que hacíamos los de la FEVA nos trasladamos a esta nueva modalidad, que la propia FEVA dejó escapar. Y, en sus principios, quizás por la novedad (no lo sé) eran sumamente atractivos. Pero, cuando los federativos empiezan a pensar, normalmente lo estropean.
Y ahora tenemos una serie de normativas completamente contrarias a la idea fundacional de los rallys de regularidad y destinadas a quitar el atractivo aventurero que sí tienen allende las fronteras. Entre ellas, la obligatoriedad de parques de trabajo y la interdicción de fijar libremente tu asistencia, la exigencia de medidas de seguridad impropias en este tipo de rallys (soto casco, guantes ignífugos, etc. etc.), los “breaks“ cada dos por tres, que cortan el ritmo, para ir a un parque de trabajo que no es procedente en esos vehículos, el Control Horario antes de cada tramo que aumenta el coste y alarga innecesariamente la prueba... En definitiva, ideas de quien no tiene ni idea de donde viene el tema. Además, se mezcla por igual velocidad con regularidad y Legend, haciendo un totum revolutum que convierte a los de regularidad en ciudadanos de segunda y se les imponen normas pensadas para la velocidad pero totalmente inadecuadas para la regularidad con clásicos, sea sport o no. Eso sí, se siguen haciendo tramos al lado de grandes aglomeraciones de gente y se quejan de las dificultades del tráfico. Se piensa más en las apariencias, en “fardar” de organizar rallys, que en hacerlos atractivos para el publico al que van destinados, que no es el que está en las cunetas haciendo fotos (que también) sino los participantes que pagan la fiesta, en concreto, los de regularidad.
La situación actual es que, hoy, coexisten esos dos tipos de rallys de regularidad, el de la FEVA y el de la RFEdA. Los primeros podríamos denominarlos “low cost” y, los segundos, los ”delicatesen”. Los primeros tienen un menor coste y los segundos el gran atractivo de la carretera cerrada. Pero ambos corren el peligro, ya muy cercano, de matar de aburrimiento a los participantes. ¿Qué falla? Pues, a mi entender, una labor conjunta RFEdA y FEVA para reconducir el tema, un carnet de federado para el que no quiera la licencia RFEdA, unos calendarios públicos y consensuados, unas verificaciones serias de los vehículos participantes, no solo de medidas de seguridad reglamentarias, y, sobre todo, una mentalización a los clubs de lo que se trata eso de la regularidad de clásicos deportivos, y de quien paga la fiesta. El fin es de hacerla más atractiva a los participantes y no más cómoda para los organizadores.
Hay zonas de España en la que no pasa ni el primo de Espinete y que, sin embargo, tienen rutas y caminos asfaltados que harían las delicias de cualquier participante. Pero como están lejos de lugares conocidos, ni caso. Se olvida al respecto que, el rally emblemático por naturaleza, el Monte-Carlo, tiene el tramo mas cercano a Mónaco a 92 km y es nocturno, mientras que en España se quieren hacer tramos como quien dice, a la puerta de casa, y de día. Y, los que mantienen la regularidad, insisto, son los participantes, no los espectadores a pie de carretera (que también). La velocidad da espectáculo pero la regularidad da (o debiera dar) la tranquilidad económica que precisa al organizador. Fíjense de nuevo en el rally de clásicos por antonomasia, el RMCH. ¿Quiénes creen Vds. que pagan el WRC? Pues los clásicos… ¿o no?.
Los rallys de regularidad para clásicos deportivos (lo de “deportivos” parece que se ha caído ya de la denominación patria) es una forma de vivir los automóviles singulares que ya no se hacen. Se idearon, originariamente, para que los felices poseedores de vehículos deportivos o asimilados (Opel GTE por ejemplo) pudieran dar una segunda vida a sus coches y disfrutarlos en unas competiciones donde lo más llamativo fuera el vehículo y no el piloto. Conscientes de que no se podía llevar al limite la competición (pues ello desvirtuaría el propio vehículo, al que se añadirían componentes no adecuados), se pensó en limitaciones que las hicieran aptas para todos los vehículos, es decir, la regularidad en sus diversas formas. Así, allende nuestras fronteras, empezaron a florecer pruebas de gran dureza que aunaban la dificultad de la ruta, con la destreza en la conducción y con el componente de aventura propio de los grandes rallys de antaño.
Y han ido en aumento, no solo las pruebas de este tipo, sino el crecimiento de organizaciones dedicadas a ello que, hoy, constituye un subsector turístico importante a nivel europeo. El más conocido, obviamente, es el Monte-Carlo Historique, pero se celebran también Coupe des Alpes, Tour de Corse, la Volta a Madeira, Acrópolis, Tulipen, el Marathon, el L2L, LeJog, Flying Scottishmen, etc. etc., en su versión Classic, que, si no tienen listas cerradas, reúnen muchos más participantes que los homónimos del WRC. Y más recientemente, surgen el East African Safari, el Rally du Maroc, la Sahara Challenge, el Lima-Usuhaia y el Peking to Paris, etc. etc. La mayor parte de ellos bajo los auspicios conjuntos FIA-FIVA y, los que no, FIVA a secas, más que nada por una cuestión de autentificación de los vehículos participantes.
Estos rallys de regularidad tuvieron y tienen un efecto beneficioso no previsto, cual es el que se convirtieron en una excelente escuela de conducción. La regularidad no te permite ir al limite pero te exige ir rápido en condiciones difíciles de todo tipo y a respetar escrupulosamente la circulación en general. Decía el añorado Andreu Miró (e.p.d.), que era un maestro, que la regularidad consiste en ir rápido cuando los demás van lentos y lentos cuando los demás van rápidos. Pero, para dar cumplimiento a este simple principio, hay varias formas de hacerlo. Se puede hacer por sectores, “self controlled“, a tiempo impartido, con salida lanzada, por hitos kilométricos, con descuentos, con parada en control, con doble pasada, etc. etc.
Otro efecto beneficioso es revitalizar el mercado de clásicos deportivos o de rally y poner el vehículo, que es parte de nuestra cultura, en el centro del rally. La regularidad bien organizada permite la igualdad entre los participantes sea cual sea el vehículo. Y, así, podemos ver a un American La France de 1914 hacer un papel destacado en el Sahara Challenge o un Renault 8 (no Gordini) ganar el RMCH de 2019. Ello genera un mercado y un comercio interesante y también da de comer a mucha gente.
En España (y en otros lugares) se optó por la regularidad constante. Es lo mas fácil de organizar. Pero, este tipo de regularidad, tiene sus ventajas y atractivos si el rally y los tramos son largos, tipo RMCH o Tour de Corse, o tienen dificultades añadidas como nieve o arena, como en el Winter o el LeJog, mientras, para rallys cortos como los que se conocen por estos lares, hacen que se disputen a muy pocos puntos y, sobre todo, impiden recuperaciones. Si a eso le añades el que el factor ruta cuenta poco o nada, se corre el peligro de extinguir la actividad por pura monotonía. Es por ello por lo que insisto en que los rallys buenos se ganan con muchos, muchos puntos de penalización. Y, si no es así, es que algo falla. A eso es a lo que me refería en mi crónica del RCB. Os pondré un ejemplo: en el Rallye Monte-Carlo Historique, el más conocido, si no haces un tramo, te caen 30.000 puntejos de nada y, si haces más de un determinado porcentaje de los puntos del primero, 20.000 más del ala.
Imaginaos a uno que palma 50.000 puntos en dos tramos pero va aceptablemente bien en los otros tramos (sin necesidad de ganarlos o ser de los ”top ten”), y logra acabar el 174 sobre 340. Bueno, pues si no tuviera esos 50.000 puntos, le supondría avanzar, como mucho, treinta puestos en la clasificación y no quedar entre los 50 primeros, pero si entre los 150, porque la bolsa de puntos es muy grande. En España, si se te para el coche en un tramo, vete ya a casa, que eres el ultimo, fijo. Eso si no te descalifican por, encima, llegar tarde a uno de los inútiles controles horarios pre-tramo.
Tampoco contribuye el hecho de intentar dificultar la prueba, para ocasionar más puntos, con cambios de media ni monerías por el estilo. Actualmente, y si no controlas los instrumentos autorizados, el cambio de media, únicamente da trabajo al copiloto, que lo debe introducir en el aparatito de medida la noche anterior sentado en su casa cómodamente (se supone). Lo demás es automático y se gobierna solo. El cambio de media se justifica por condiciones de la ruta pero nunca, nunca, debe utilizarse para intentar hacer mas difícil una prueba pues, francamente, es una chorrada, como la del Cataluña haciéndonos dar dos vueltecitas a una rotonda “pour le plaisir d’epater“.
A mi me sorprende que en España no haya nacido todavía ninguna organización, club o como Vds. quieran llamarle, que haya organizado una prueba específicamente de regularidad para clásicos deportivos, que tenga las características suficientes para competir con las ya citadas. Y eso que hay buenos equipos y organizaciones y se organizan buenas pruebas como, por ejemplo, el Costa Brava, pero, quizás, no se ha entendido el origen ni la filosofía de los clásicos deportivos y sus conductores…
Como aficionado, siempre me han gustado los rallys. Pero los pre grupo B, los de los Alpine, Ford, Fiat, Opel, etc. en que había mucha más lucha y, los equipos oficiales, eran de coches que también podía adquirir un privado e incluso vencer, como por ejemplo Jean-Pierre Nicolas en el RMC o Tony Fassina en el San Remo. Hoy esto es absolutamente imposible. Se prohibieron los Grupo B por peligrosos pero, hoy, los rallys los disputan pilotos jóvenes y delgados en unos coches no aptos ni asequibles para un simple mortal, todos muy parecidos, por no decir iguales técnicamente, que van muy, muy rápido, pero como si fueran de scalextric, con tramos cortos y de día en los que abundan las paellas para dar espectáculo pero no las curvas enlazadas, y que se anulan por cualquier fútil motivo, con asistencias preestablecidas y continuas.
Se ha perdido o cercenado el componente de aventura e improvisación que tenían los que a mi me gustaban. ¿Se acuerdan Vds. de aquel Control Horario en Tuxent de un Rallye Barcelona–Andorra que había que hacerlo con casco y notas porque sino no llegabas? Pues esto hoy no existe... es otra cosa. Y, por esto, a mi, me gustan los rallys de regularidad.
En fin, podría extenderme mucho más sobre el tema pero el relato ganaría en longitud, lo que perdería en amenidad, así que aquí lo dejo confiando haber aportado alguna luz a un mundo que me gusta.
Antonio Arderiu Freixa
Abril 2023
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